LA FEDERACIÓN REGIONAL ESPAÑOLA SEGUNDA PARTE






En 1881 ocurrió en Barcelona, como punto en que se centralizó la actividad obrera española, un fenómeno difícil de explicación: en febrero se celebró la conferencia extraordinaria de La Internacional española, donde murió aquella Federación que tantas esperanzas hizo concebir al proletariado y tantos recelos a los gobiernos y a la burguesía; en septiembre, en el transcurso de siete meses, apenas, se celebró el primer Congreso para la constitución o reconstrucción de una nueva Federación de trabajadores puramente española.

Al tétrico aspecto de un conventículo reunido en un saloncillo de un café de Gracia, en un día lluvioso y triste de febrero, donde unos hombres poseídos de odios mezquinos contra un compañero, acumulaban acusaciones calumniosas, sucede la reunión magna del Teatro del Circo de Barcelona, en el mismo que se celebró el primer Congreso obrero de España, creador de la Federación Regional Española de La Internacional, en un día de esplendidez otoñal, en que numerosa reunión de delegados, en representación de muchas entidades obreras, casi todas las que constituyeron la disuelta Internacional y muchas otras más, se entregaban a las expansiones del entusiasmo, animadas de confortable esperanza en la emancipación social del proletariado.

¿Por qué tales extremos? ¿Por qué no, dada la igualdad del objetivo, continuó la primera Federación en fecunda y práctica normalidad sin necesitar los entusiasmos de la segunda? ¿Fue la segunda más eficaz que la primera?

La Federación puramente española no renegó ningún principio de los sostenidos cuando era Federación española internacional; siguió afirmando que la emancipación de los trabajadores no es un problema local ni nacional, sino que interesa a todas las naciones civilizadas, como proclamaba La Internacional, como lo prueba el artículo 1° de sus Estatutos, así concebido:

La Federación de Trabajadores de la Región Española tiene por objeto: realizar la unión de los obreros españoles para practicar la solidaridad con sus hermanos de todas las regiones, en la lucha contra los monopolizadores del capital y detentadores de la propiedad, lucha que debe conducir a la completa emancipación del trabajo.

Tan internacional era después como lo había sido antes. Si en un principio hubo un Consejo general donde se centralizaba la representación obrera de todas las naciones, después quedaron existentes comisiones nacionales que podían entenderse entre sí para los efectos de la solidaridad; el resultado podrá ser teóricamente el mismo, y quizá más positivo después a causa de que en el Consejo general podían dominar miras particulares que abusaran de la fuerza que le prestaban las entidades que representaba, en tanto que las relaciones de las comisiones nacionales entre sí podían ceñirse más fielmente a cada asunto particular que constantemente ocurría y para el cual se solicitaban el mutuo concurso.

Lo que hubo en el fondo fue malos pastores y masas inconscientes; directores que extremaban su propio valer y hombres que necesitaban ser dirigidos por incapacidad atávica.

Desapareció de Barcelona el anarquista autócrata, se disolvió la Alianza, concretaron los disidentes de La Emancipación y de la Nueva Federación Madrileña su actividad en una organización nueva denominada Unión General de Trabajadores y una agrupación que se denominó Partido Obrero, con la esperanza de atraerse el proletariado español, y se deslindaron los campos entre anarquismo y socialismo.

Hecha esta separación, abandonado el sistema de combates personales por disentimiento de los principales instigadores, bastó que unos cuantos jóvenes iniciaran en Barcelona la idea de reconstitución de la Federación regional y de la convocatoria de un Congreso para que el hecho se realizara de modo rápido y brillante.

El Congreso de Barcelona, a pesar del entusiasmo de los jóvenes que a él acudieron, fue un retroceso, y los internacionales de 1870 no dejaron de experimentar un sentimiento desagradable al verse circunscritos por los Pirineos; al considerar que el eco de sus acuerdos no repercutía en los grandes centros obreros de Inglaterra, de Francia, de Italia, de Bélgica ni de Suiza.

En el manifiesto de aquel Congreso se hicieron las siguientes declaraciones:

Los delegados al Congreso declaran que los derechos individuales son por su naturaleza imprescriptibles e ilegislables; que el sufragio universal, el derecho de asociación, la libertad de imprenta, así como la autonomía del municipio, de la comarca y de la región, no serán una verdad mientras no se transforme la propiedad individual en colectiva, para qué, entrando las colectividades obreras a tomar posesión en usufructo de las fábricas, talleres, ferrocarriles, máquinas y herramientas, como igualmente de las primeras materias, suelo, subsuelo, minas, etc., quede por sólo este hecho el individuo emancipado económicamente, y por lo tanto, en condiciones de pactar con entera independencia y de ejecutar con libertad todos los derechos inherentes a la personalidad humana, siempre que el individuo cumpla con el imprescindible deber de producir.
Nuestra organización, puramente económica, es distinta y opuesta a la de todos los partidos políticos burgueses y políticos obreros, puesto que así como ellos se organizan para la conquista del poder político, nosotros nos organizamos para que los Estados políticos y jurídicos actualmente existentes queden reducidos a funciones puramente económicas, estableciendo en su lugar una libre Federación de libres asociaciones de productores libres.

Por lo manifestado se comprende perfectamente que somos adversarios de toda política parlamentaria y decididos campeones de la lucha económica, de la política demoledora de todos los privilegios y de todos los monopolios de esta injusta organización social presente.

Como la espuma creció aquella Federación Regional, y el símil es desgraciadamente harto apropiado, porque si como la espuma creció, con la misma facilidad corrió a la decadencia.

En 1882 celebró su segundo Congreso en Sevilla, y he aquí lo que consignó en el siguiente documento:

MANIFIESTO DEL CONGRESO OBRERO DE 1882


A los trabajadores de la Región Española

Paz y Salud, proletarios todos:

Desde las fértiles orillas que baña el Guadalquivir, donde natura prodigó sus dones a manos llenas; donde hay sol esplendoroso y sin igual, ambiente puro, embriagador aroma, tierra feraz, ricos productos; donde todo parece que sonríe y aun que tiene natural asiento la felicidad, pero donde es lo cierto que el terrible cáncer latifúndicoestá más desarrollado; desde este privilegiado suelo sevillano, paraíso verdadero para pocos, infierno positivo para muchos, os dirige su voz amiga este Congreso obrero, que por ser representación viva de los que aspiran a la realización de los fines más generosos y honrados que los humanos concibieran, tiene algún valimiento para todos los oprimidos y desposeídos de sus derechos naturales.

Paz y Salud, proletarios todos, y sabed:

Que en uso de uno de los derechos que el artículo 13 de la Constitución del Estado, hoy vigente, concede a todos los ciudadanos de la nación española, nosotros nos hemos reunido, meditado, discutido y resuelto públicamente, cuantos acuerdos insertamos a continuación de este manifiesto, en la forma metódica y ordenada en que han sido aprobados por este Congreso, y acerca de los que vamos a exponeros algunas, aunque ligeras reflexiones.

Lo que primeramente salta a la vista es el progreso rápido y desarrollo de nuestra organización en el espacio de un año, y por consiguiente el aumento y vitalidad de los organismos que le son peculiares y propios.

Inspirados en el principio federativo más puro, hemos constituido en el breve transcurso del tiempo referido, 640 secciones, 215 Federaciones locales, 8 Uniones de oficios símiles compuestas de un número de federado s. que excede en estos momentos de 50.000.

Inspirados en el principio anárquico, que no es la proclamación del caos, ni la organización del pillaje, que enemigos tan pérfidos cuanto interesados en desacreditarnos, propalan a voz en grito, hemos armonizado los imprescriptibles derechos del ser humano con los del ser social y, por consiguiente jurídico, resultado natural de la constitución de la Sección de Oficio, de la Federación Local, de las Comarcales, de las Uniones de oficios símiles y aún los de la misma Comisión federal. Veamos cómo:

En la Sección, el ser humano, autónomo, delibera y vota, propone y propaga cuanto le conviene y como le conviene, y sólo de su actividad depende el que pueda ejercitar sus derechos individuales, porque no hay trabas ni cortapisa alguna que se lo impida, salvo si no tuviera cumplidos sus deberes o usare procedimientosextrarreglamentarios.

De la Federación local, y por su existencia, resulta naturalmente una personalidad social perfectamente jurídica, o sea con deberes y derechos, compuesta de los delegados que envían a su seno las Secciones de oficios que existan federados en la localidad y que se denomina Consejo local. En este Consejo discuten, sin embargo, con igual derecho que los delegados que lo componen, no ya tan sólo los federados de la localidad que lo constituye, sino cuantos se hallen presentes al acto, cualquiera que sea la Federación a que perteneciere, siempre que tuviera cumplidos sus deberes.

El voto sólo corresponde a las unidades sociales, delegados de Secciones, de que este organismo -Consejo local- se compone.

En las Federaciones comarcales sucede lo propio, si bien aquí los delegados representan el conjunto de Secciones de que se compone cada una de las Federaciones locales de la Comarca y donde, como en derecho procede, cada Federación sólo tiene un voto.

Celebran las Federaciones comarcales sus Congresos con objeto de discutir los asuntos propios de cada comarca, nombrar su Comisión comarcal respectiva y discutir la orden del día del Congreso regional.

Compónese la Unión de oficios símiles, de todas las Federaciones de oficio que existen en la región, y que vengan a ser ocasión de que por la unión de todas ellas se produzca un todo, llámese edificio o cosa. Estas Uniones son esencialmente periciales, tienen por especial encargo el armonizar todos los intereses que pudieran aparecer encontrados para la más fácil y científica producción.

Los Consejos de las Uniones, exclusivamente periciales, son elegidos en los Congresos antes dichos, donde tienen representación y voto las Secciones que compongan la Unión.

La Comisión federal es elegida en los Congresos regionales, donde las Secciones todas de la Región pueden, si lo estimaren conveniente, tener representación, mas no voto, que únicamente corresponde a las Federaciones locales. La Comisión federal no es un poder ni una autoridad que se imponga a nuestra organización; no tiene medios ni facultades reglamentarias para ello; es sencillamente un centro de estadística, una oficina de comunicaciones entre los organismos ya manifestados, con funciones propias puramente administrativas, limitadas y determinadas taxativamente en nuestros Estatutos. No es un gobierno, no es siquiera una fuerza directiva, que nosotros, como anarquistas, no podíamos abrigar en nuestro seno.

Ni en los Comités de las Secciones ni en los Consejos locales, Comarcales, Federaciones y Uniones de oficios símiles, ni en nuestras Asambleas y Congresos, se conocen ni se usan las presidencias permanentes.

No somos partidarios de semejantes autoridades. Cuando nos reunimos en Asambleas deliberantes, como precisa para su buen éxito, dirección discreta, en cada una de nuestras secciones nombramos, o mejor dicho, habilitamos a un compañero para que lleve la discusión dentro de las prescripciones taxativamente acordadas y pactadas por nosotros mismos, en su oportuno y especial Reglamento, en cuyo caso cesa tan luego como en cumplimiento de su deber levanta la sesión. Los secretarios cumplen los acuerdos tomados por la Asamblea, o según los casos, los comunican a quienes deban realizados, y dura su cargo hasta la inmediata sesión en que dan lectura del acta de la anterior, que es sometida a discusión, por la nueva mesa que inmediatamente debe nombrarse.

Todas las personas humanas y sociales tienen determinada su responsabilidad, que es exigible rápidamente por nuestros Estatutos. De este modo, sin más autoridad que la resultante de la ley por nosotros y para nosotros hecha, votada y pactada, nosotros regulamos nuestras relaciones de derecho como creyentes y servidores de la Justicia, consagrando, a la vez que el derecho del individuo, el de la colectividad, que es en sus diversas formas y gradaciones orgánicas, tan sustantiva como la de aquél; y por modo tan singular no sólo equidistamos y contrapesamos la inclinación al abuso que tiene todo ser sino que, convencidos de que el proletariado llegaría muy tarde a concebir seria y profundamente la teoría científica que nuestra doctrina contiene y además, que los hechos son el gran libro en que ignorantes e instruidos podemos estudiar a la vez por medio de la práctica de nuestra organización, ya detallada, vamos ejecutando todos y cada uno actos que al fin y al cabo no son sino estudios teórico-prácticos que, para el establecimiento de la sociedad del porvenir, vamos realizando todos. No de otro modo ha procedido la humanidad hasta la fecha. Conviene consignar que este procedimiento está perfectamente conforme con nuestros principios colectivistas, puesto que el libro antedicho a todos nos pertenece, y es tan inmenso, que los hombres todos podemos no sólo leerlo, sino escribirlo.

Esta es la Anarquía, tan escasamente comprendida, como injustamente juzgada.

Son las huelgas objeto constante de nuestra meditación; pero no entran en nuestros fines. La mayor parte de las veces nos arroja a ellas la insaciable codicia y suma altanería de nuestros explotadores; y con demasiada frecuencia, desgraciadamente, somos los trabajadores sus inconscientes víctimas. Mas si vamos a las huelgas arrojados, el capital no encuentra en nosotros aquella degradación moral que la plebe romana tenía en el Imperio y que hacía exclamar a sus desdichados miembros al marchar al circo para dar gusto al César: los muertos te saludan. No; el proletariado del siglo XIX se diferencia de aquél, en que al caer desfallecido en sus luchas contra el capital, es poco espacio el mundo para contener el desprecio que todos y cada uno de nosotros le profesamos.

Pero si las huelgas no entran en nuestros fines -y tómese nota de tan rotunda afirmación-, cuando éstas se sobrepongan a nuestros propósitos, cuando forzosamente no podamos evitarlas, las haremos reglamentarias y solidarias; en otra forma, no; porque queremos triunfar de nuestros opresores, según nuestra dignidad nos aconseja. Mas para alcanzar la victoria en casos tales, precisa suma prudencia, compañeros, y que las federaciones no aprueben ni aún las huelgas de dignidad, hasta que previsto y calculado todo cuanto pudiera impedir su triunfo, se haya resuelto previa y satisfactoriamente por los organismos a quienes corresponda que se declare.

Cuando tan prudentes seamos, cuando seamos tan reglamentarios, valdremos más y seremos más respetados, puesto que será para lo futuro el anuncio de una huelga planteada por nosotros, el pregón de una derrota del capital.

Sigamos firmes declarando que no son las huelgas nuestro objetivo, y dejemos a los hechos que prueben como son injuriosas las acusaciones que, con tal motivo, se nos hacen, y la insigne mala fe con que se procede contra nosotros.

Este Congreso ha resuelto también que se emprenda una campaña en pro de las ocho horas por jornada máxima de trabajo; y es asunto importantísimo que vamos a razonar.

Los adelantos científicos y mecánicos han simplificado de tal manera la producción, que es verdaderamente asombrosa la facilidad con que se realiza hoy.

El movimiento industrial tiende, como hijo del progreso, a libertar al hombre de los más rudos trabajos y a producir en mayor cantidad y a más bajo precio. Estos adelantos que bendecimos una y mil veces, siquiera seamos sus primeras víctimas, por la mala organización actual de la propiedad de los instrumentos del trabajo, nos han obligado a meditar seriamente sobre el caso, y sus resultas, hemos adquirido el convencimiento de que la aplicación de la maquinaria de hoy a la industria, proporciona a los fabricantes un beneficio superior a lo que sucedía años atrás. En cambio, en nosotros los trabajadores ha producido una minoración de ingresos por la baja de los jornales y un aumento de brazos parados, sumando todo ello el profundo malestar en que hoy se encuentra el proletariado.

Siendo la jornada del trabajo de hoy de diez a catorce y aún de diez y seis horas, nosotros hemos elegido un término medio y no creemos exagerar asegurando que la jornada de trabajo puede apreciarse en doce horas. En este supuesto, con la rebaja de cuatro horas se obtiene sin aumentar la producción, y, por consiguiente, ocasionar el estancamiento de los productos, acrecer en un tercio el trabajo y disminuir en otro tanto los brazos parados. Nosotros tenemos, además en cuenta, que si la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos, mal podrán emanciparse los que, siendo ignorantes, en su desdichada situación económica no sólo carecen de medios para educarse e instruirse, sino que ni aún tiempo tienen para verificarlo.

Estos son los móviles en que el Congreso se ha inspirado para recomendar que se emprenda la campaña de las ocho horas por jornada máxima de trabajo. No es, pues, la vagancia, como ya se ha dicho más de una vez, sino un sentimiento generoso de solidaridad, el que ha inspirado al Congreso para tomar este acuerdo.

Sin embargo, debemos declarar que ha entrado por mucho en nuestro ánimo y como complemento de nuestros propósitos, el obtener tiempo y descanso material que poder dedicar a nuestra educación y cultura.

Que seguimos siendo partidarios de nuestra política propia, de la política demoledora, no hay para que repetirlo, una vez que entre los acuerdos de este Congreso está el perseverar en la línea de conducta aprobada en el Congreso regional del 81, y cuya definición tan gráficamente hizo el mismo; pero como cerrando los ojos a toda evidencia, siguen algunos motejándonos de indiferentes, porque no secundamos sus especiales miras políticas, debemos manifestarles. que nadie podrá creerles por sus palabras, si enfrente de nuestros cuadros estadísticos, que acreditan nuestra actividad y propaganda, no presentan los suyos demostrando superioridad.

En cuanto a los que aparentan dudar de nuestro criterio revolucionario, porque no somos jacobinos, y no estamos dispuestos a ser carne de ambiciosos, les rogamos que, puesto que se dicen liberales, demuestren determinadamente las libertades y derechos que nosotros negamos, falseamos o rechazamos, advirtiéndoles, que estamos dispuestos a probar, cómo la cuestión social, es la verdadera cuestión que a los revolucionarios debe ocupar, y sobre la que, si alguna especie aventuran, sirve para demostrar su completo desconocimiento del concepto revolucionario y su total carencia de ideas sociológicas.

Proletarios: Atended a nuestra voz: meditad acerca de cuanto os decimos en este manifiesto, que no es al fin, sino la continuación del votado en el Congreso de Barcelona; venid a nosotros aquellos que todavía no lo habéis verificado. y desechad todo temor o recelo, porque nosotros no somos lo que se nos califica por la burguesía, Interesada en que se nos siga considerando como parias sin ley ni garantía para nuestra vida y para el ejercicio de nuestros derechos individuales, que consideramos como el primero y más elevado principio, a que rendimos fervoroso culto.

Venid a nosotros a formar y constituir la gran falange del proletariado, que trabaja directa y exclusivamente para obtener su redención social.

Y en cuanto a vosotros, compañeros federados, cumplid como hasta la fecha vuestros deberes sociales; estudiad detenidamente los temas que para discutirse en el próximo Congreso queden a la orden del día, y procurad presentar las reformas que juzguéis más atinadas y provechosas para nuestra organización.

Compañeros todos: recibid un abrazo de los que os desean Salud, Anarquía, Federación y Colectivismo.

Sevilla, 26 de septiembre de 1882

Como demostración del entusiasmo dominante en el proletariado español, y de lo que de él puede esperarse si bien educado no se le separase de la buena vía emancipadora, creo útil la reseña del Congreso de Sevilla, que publicó La Revista Social, dirigida por el compañero Oteiza.

SEGUNDO CONGRESO OBRERO DE LA FEDERACIÓN REGIONAL ESPAÑOLA CELEBRADO EN SEVILLA

No nos hemos equivocado al afirmar que el Congreso obrero de 1882 sería un verdadero acontecimiento.

He aquí en qué términos da cuenta la Prensa periódica de aquella capital del importantísimo acto que el proletariado español ha llevado a cabo; y lo efectuamos sin perjuicio de ampliar esta reseña en los números sucesivos de la revista, tan pronto como lleguen a nuestro poder las actas oficiales del Congreso.

El domingo, a las diez de la mañana, tuvo lugar la inauguración del Congreso obrero en el Teatro Cervantes, y a la que acudieron más de 1.500 obreros.

La sesión primera del Congreso obrero de la región española dio principio bajo la presidencia del delegado de la Comisión federal, actuando como secretarios el delegado de Palencia y el de Alcoy. Comenzó con la lectura de una extensa nota comprensiva de los pueblos de España que están representados en el Congreso y de las Secciones a que pertenecen los 212 delegados que asisten a la sesión en aquel momento.

Una de las Secciones de Reus está representada por una obrera. Las tejedoras de Sevilla toman también parte en el Congreso.

Antes de proceder a la orden del día, se dio cuenta de gran número de comunicaciones dirigidas a la Comisión organizadora por trabajadores de diversas regiones, felicitando a los congregados. Entre ellas había una de los obreros franceses y otra de la redacción del periódico de Lyon La Bandera Revolucionaria.

El Congreso, a propuesta del delegado de Carmona, acordó haber oído con satisfacción la lectura de estas comunicaciones.

Entrando en el orden del día el Secretario del exterior de la Federación de Sevilla dio lectura de una extensaMemoria expresiva de los trabajos realizados por la Comisión Federal desde el mes de septiembre del año anterior hasta la fecha.

La Comisión comenzó su trabajo saludando a los asociados por su adhesión a los principios anárquico-colectivistas. Hace constar los socorros facilitados a los obreros que se han declarado en huelga durante el expresado tiempo; las fechas de constitución de varias Federaciones y Uniones de oficios; las tareas realizadas por la Asamblea de Tarrasa y las varias ediciones hechas del folleto del Congreso obrero regional de 1881, celebrado en Barcelona. Cita la Circular dirigida a los miembros de la Federación para que solemnizaran el aniversario undécimo de la Comuna de París.

Hace resaltar la indiferencia con que los trabajadores han acogido una asociación de obreros formada en Barcelona, y que los congresos en Sevilla denominan adormideras. (Se refiere al Congreso obrero nacional. celebrado últimamente en Barcelona).

Más adelante consigna sus gestiones con motivo de la crisis jornalera en Andalucía y la Circular dirigida a los asociados acerca de la actitud adoptada por los industriales contra las tarifas de subsidio formadas por el señor Camacho, y se extiende en varias consideraciones contra la burguesía, a la cual reconocen los asociados por su enemigo común. La Comisión se lamenta de los secuestros que sufre la Revista Social, con lo cual dice no podrían continuar publicando los ecos de los proletarios anárquico-colectivistas.

Expone después, que en el referido espacio de tiempo se han recaudado 16.481 pesetas, cuya cantidad a juicio de la Comisión representa el 15 por 100 del resultado que ha debido ofrecer la recaudación de las Secciones. Los ingresos en el actual año económico los calcula la Comisión federal en 605.000 pesetas.
Comprende, además, la Memoria, la estadística de la Asociación.

Esta estadística, arroja en la actualidad, los resultados siguientes:

Comarcas, 10, Federaciones locales, 209; Secciones de oficios, 632; federados, 49,561. Los federados pertenecen a las Comarcas siguientes: Comarca de Andalucía del Este, 17.021 federados; íd. del Oeste, 13.026; íd. Aragonesa, 689; íd. Catalana, 13.181; íd Castilla la Vieja, 1.036; íd. Castilla la Nueva, 515; íd. de Murcia, 265; íd. Galaica, 847; íd. Vasca, 710; íd. Valenciana, 2.355. Después de la lectura de esta Memoria se levantó la sesión.

A las dos de la tarde fue abierta la segunda sesión dando lectura del acta de la sesión anterior.

Después de varias reclamaciones de los delegados, se procedió a la elección de los que habían de representar los cargos de Presidente y Secretario del Congreso. Resultaron elegidos: para la presidencia el delegado de Sans, y para las secretarías, el delegado de la Federación de Vigo, y una joven que representa a las tejedoras mecánicas de Sevilla.

Esta joven hizo uso de la palabra para felicitar al Congreso en nombre de las demás obreras sevillanas.

Comenzó su discurso saludando a los obreros del mundo. La mujer -dice- comienza a distinguir la clara luz del faro de su puerto de salvación; hoy levanta ya su frente reclamando los derechos que el hombre le tiene arrebatados; su ignorancia es la causa de que haga de un hijo un esclavo. También sobre nosotras, exclamó,pesa la cadena de la esclavitud.

Terminó en el uso de la palabra, con éstas o parecidas palabras: Defendamos unidos y con constancia los principios de la Anarquía y el Colectivismo, que son nuestra guía, y entre el pueblo y este viejo edificio social, hagamos que perezcan nuestros explotadores.

La sesión terminó con la lectura de una Memoria sobre el tema siguiente: "Medios para fomentar la propaganda y conseguir mayor desarrollo en la organización.

Abarcaba tres extremos concernientes a la aplicación de los fondos de las Secciones, creación de un Boletín y establecimiento de escuelas laicas.
El Congreso, en vista de las muchas horas que llevaba reunido, dio por terminada su segunda sesión.

La tercera sesión comenzó poniéndose a votación el dictamen discutido en la última parte de la sesión del domingo, relativo a los medios para fomentar la propaganda y conseguir mayor desarrollo en la organización. Quedó aprobado por unanimidad. Presidía esta reunión el delegado de Barcelona y actuaban como secretarios los delegados de Reus y Valencia.

Después se puso a discusión el siguiente tema: Resistencia solidaria y necesidad de emprender una campaña en pro de las ocho horas por jornada máxima de trabajo. Estudio de los medios para que no se lleven a cabo huelgas insolidarias, que también fue aprobado por unanimidad.

Terminada la discusión del tema anterior, se propuso la revisión de los Estatutos de la Federación de trabajadores de la región española y de los Reglamentos típicos; siendo aplazada a propuesta del delegado de Sans para el Congreso que se ha de celebrar el próximo año de 1883 en Valencia, los días 8, 9 y 10 de septiembre. Estos dos acuerdos, fueron tomados en la cuarta sesión del Congreso, cuya mesa se compuso del delegado de la federación y de los delegados de Murcia y Coruña.

Federación

En la quinta sesión, presidida por el delegado de Sans, se puso a discusión el tema siguiente: Línea de conducta que conviene seguir en las actuales circunstancias. En el dictamen de la Comisión acerca del mismo, se hace constar que los diez Congresos comarcales han considerado muy conveniente perseverar en la línea de conducta aprobada por el Congreso regional de 1881.

El dictamen en el que se detalla dicha línea de conducta, fue apoyado por el delegado de Barcelona, quien pronunció un extenso discurso.

Comenzó explicando el sentido de las palabras Anarquía, Colectivismo y Revolución tal como las aceptan los federados. Defendió la teoría de la división de la propiedad en individual y colectiva, entendiendo por la primera la que nace del trabajo del individuo y definiendo la segunda en el concepto de que la tierra y cuanto la Naturaleza produce es propiedad de la humanidad. Se extendió en varias consideraciones, excitando a los obreros para que no formen parte de los partidos políticos, por no esperar la clase trabajadora ningún beneficio de la política que, según el orador, hasta aquí, por lo que a los obreros se refiere, sólo ha servido para su explotación. Definió el concepto de la revolución que persiguen los federados, los cuales no aspiran a su redención social empleando medios violentos, sino por la eficacia de la revolución científica, cuya base es la instrucción e ilustración de la clase proletaria. El orador terminó en el uso de la palabra, haciendo a grandes rasgos una reseña histórica del progreso en España desde el siglo XVIII hasta nuestros días.

El segundo turno lo consumió el delegado de Montejaque, que impugnó algunos de los conceptos expuestos por el delegado de Barcelona, manifestándose partidario de las ideas comunistas.

El delegado de San Juan de Fonts, Barcelona y otros combatieron dichas ideas.

Después de turnar en el debate los delegados de Reus y Valencia, quedó aprobado por unanimidad el dictamen de la Comisión, dándose por terminada la sesión de la mañana.

Reconocimiento de los derechos de la mujer

A la una y media de la tarde dio comienzo la segunda sesión. Fue designado para Presidente el delegados de San Juan las Fonts, y para ocupar los puestos de Secretarios, las obreras de esta capital, Manuela Díaz y Vicenta Durán.

Inmediatamente después comenzó el Congreso a discutir una proposición presentada por las delegadas de las tejedoras mecánicas de Sevilla, pidiendo que el Congreso dictaminara sobre los derechos de la mujer. La apoyó en breves frases el delegado de Setenil, el cual lamentó el olvido en que la sociedad ha tenido sepultada en todas las edades a la mujer. El del Viso del Alcor abogó por el reconocimiento de sus derechos en armonía con sus deberes y el de Arahal calificó de sarcasmo el que no estén reconocidos por la sociedad los derechos ilegislables de la mujer. El representante de Campillós proclamó la justicia que a su juicio informa la proposición, manifestando que el reconocimiento de dichos obreros facilitaría medio a las obreras para organizarse dentro de la Federación de trabajadores; después de lo cual quedó aprobada por unanimidad la proposición.

Comunicaciones y actas

El Congreso quedó enterado de las comunicaciones dirigidas al Congreso por varios obreros de Sevilla, Córdoba y otras localidades, felicitando a los congregados por el éxito de sus tareas.

Fueron aprobadas varias actas de delegados presentadas a la comisión respectiva.

Se pasó lista de los 251 delegados que se encontraban en el local.

La comarca de Andalucía del Sur

El Congreso pasó a discutir el tema siguiente: ¿Es conveniente organizar la comarca de Andalucía del Sur?En caso afirmativo determinar los límites de dicha comarca.

Después de tomarse en consideración el dictamen favorable de la Comisión, el delegado de Tesorillo abogó por la organización de dicha comarca, que a su juicio deben formarla las localidades de Algeciras, San Roque, Ronda, Estepa, Osuna, Grazalema, Estepona, Alora, Pruna y otras de la serranía de Ronda.

Quedó aprobado el dictamen, designándose a los delegados de los referidos puestos para que marquen los límites de la nueva comarca.

Manifiesto a los obreros

El delegado de Carmona dio lectura al manifiesto que el Congreso dirigirá a los obreros españoles.
                                                                                                                                                                                                         
Las obreras

Una niña de siete años de edad, hija de un obrero, dirigió después la palabra al Congreso. La arenga estaba inspirada en los principios anárquico-colectivistas que forman la doctrina de la asociación. Las obreras Manuela Díaz y Vicenta Durán, dieron lectura a dos discursos proclamando la influencia que la mujer ejerce en la sociedad y la necesidad de que su redención camine unida a la del proletariado.

El discurso de un obrero

Un delegado catalán, dotado de no común inteligencia, dio pruebas de poseer conocimientos nada vulgares entre las clases trabajadoras. Con fácil palabra apoyó el manifiesto puesto a discusión, pronunciando a veces inspiradas frases, producto de verdadera elocuencia.

En todos los temas -dijo- venimos proclamando que aspiramos a fundar una nueva sociedad; tócanos demostrar si la razón está o no de nuestra parte en la grandiosa obra que perseguimos. Sentó el principio de que todos los seres nacen en igualdad de condiciones naturales, para llegar a deducir que semejante igualdad desaparece bien pronto, como consecuencia del actual sistema social. Negó que la sociedad garantice el bienestar de sus individuos en la forma que la humanidad está llamada a hacerlo. Se extendió en consideraciones históricas, para venir a deducir cómo ha venido a ejercerse la explotación del hombre por el hombre.

Pasando a otro orden de ideas, trató de demostrar que no es solo la clase obrera, sino todas las sociales, las que están interesadas en su redención y en que la sociedad se funde sobre nuevos organismos; añadiendo que hasta las más privilegiadas pierden en beneficios con el actual sistema social.

Partiendo del principio de que solamente el combate por la vida proporciona al hombre las satisfacciones morales, que distan mucho de parecerse a las materiales que disfrutan las clases privilegiadas, expuso su convencimiento de que a veces los poderosos envidian al más infeliz de los trabajadores que habita en la más apartada cabaña, por no sentir en sus suntuosos palacios, donde sólo les rodea el lujo, la riqueza y la comodidad, las satisfacciones morales que aquél experimenta en su hogar, humilde y pobre, sí, pero santificado por la tranquilidad de la conciencia, por la paz del espíritu y por el santo amor de la familia, y libre de los vicios que coronan el edificio social en que se mueven los que no luchan por la existencia.

Negó rotundamente que los que califican a los desheredados de enemigos de la familia, conozcan las ideas de la asociación ...

Describió a grandes rasgos la vida del obrero, desde que, muy niño aún, comienza a trabajar, ingresando en talleres faltos en absoluto de condiciones higiénicas y donde todo es contrario a su desarrollo físico e intelectual, para ganar un mezquino jornal con que contribuir al sustento de su familia, hasta que termine su existencia llena de penalidades, combatida por la miseria y la ignorancia y sepultada en el mayor olvido y en el más inhumano abandono.

No en la batalla -dijo- combatiré por la redención social; lejos de la lucha fratricida que mancha con sangre la victoria; sin ejércitos que se cobijen bajo las banderas de los partidos políticos, lucharemos por la realización de nuestra obra; con las armas de la razón y de la inteligencia, instruyéndonos e ilustrándonos, en una palabra, por medio de la revolución científica, no en motines y asonadas, buscaremos la realización de nuestros ideales.

Después de exclamar ¡no más deberes sin derechos, no más derechos sin deberes! excitó a los que anatematizan la asociación de los trabajadores para que discutan con sus miembros, añadiendo que si nos convencen de que el proletariado y las demás clases sociales obtienen dentro de la actual sociedad la mayor suma de bienes y satisfacciones que la humanidad puede gozar, confesaremos nuestro error; si, por el contrario, como yo creo firmemente, no se nos convence, declaren todos que nuestras ideas se fundan en la moral verdadera y en el más recto espíritu de justicia.

El orador terminó con inspiradas frases, manifestando que así como es en vano impedir que los ríos lleven sus aguas al mar, por romper la corriente cuantos valladares se levanten, así es imposible detener la civilización en su camino progresivo y grandioso en el que germinan los grandes principios, origen de la libertad, la igualdad y la fraternidad humanas.

Discursos varios

Al delegado de Barcelona, cuyo discurso fue escuchado con suma complacencia por la Asamblea, siguió en el uso de la palabra un obrero de Carmona, el cual, después de declarar que los federados no pretenden alcanzar privilegios exclusivos para el proletariado, elogió la conducta seguida con el Congreso por el señor Gobernador, cuya autoridad estaba en el local, manifestando la gratitud que hacia él sentirán siempre los obreros por haber sabido garantizarIos interpretando fielmente la ley, en el ejercicio del derecho que concede a los españoles el artículo 13 de la Constitución del Estado. El delegado de Carmona dirigió también benévolas frases a la prensa cuya misión civilizadora elogió.

Después hicieron uso de la palabra los delegados de Reus, Bernaocaz, Sevilla, Murcia, Valencia Atajate, Vigo, Palencia, Madrid, Arcos de la Frontera y otras localidades, felicitando todos con frases de entusiasmo al Congreso y a los trabajadores del mundo. Los de Benaocaz y Arcos de la Frontera especialmente, expusieron la situación, que a su juicio no se parece a la de ningún obrero, de los trabajadores del campo de Andalucía.

El Manifiesto fue aprobado por unanimidad, y por unanimidad fue aprobada una proposición dedicando un cariñoso recuerdo a todos los socialistas de ambos mundos que trabajan y sufren por la causa de la Revolución Social.

El Presidente, antes de quedar aprobado el Manifiesto, hizo un breve resumen de la discusión, declarando después terminadas las tareas del Congreso con un viva la libertad del género humano.

Después de la anterior reseña, hemos sabido que durante las seis sesiones públicas que el Congreso ha celebrado, el local ha estado lleno de bote en bote, y particularmente el último día, que los obreros sevillanos no trabajaron con objeto de asistir a la más grande manifestación del trabajo que han llevado a cabo los proletarios de España, y terminó en medio del mayor orden y de un indecible entusiasmo pocas veces manifestado en una Asamblea pública que ha sido sin duda, la clausura del Congreso, un acto importante y digno del proletariado anárquico-colectivista.
Con motivo de un crimen cometido en Andalucía, que dio pretexto a la formación de un proceso policíaco y a injustificada persecución contra obreros inocentes, la Comisión federal publicó el siguiente

MANIFIESTO

DE LA COMISIÓN FEDERAL DE LA FEDERACIÓN DE TRABAJADORES DE LA REGIÓN ESPAÑOLA

Cuando la prensa burguesa, desde la más reaccionaria a la más radical, publica terroríficas narraciones respecto de ciertos delitos que, si son verdad, ningún hombre honrado puede apadrinarlos; cuando se publican datos y noticias respecto de asociaciones secretas que según dicha prensa tienen por objeto el robo, el incendio y el asesinato; cuando en el Congreso tratándose de los anárquico-colectivistas hay quien no se ajusta a la verdad y pide su exterminio; y cuando con una perfidia indigna e infame se pretende confundir las justas, las legales y revolucionarias aspiraciones de la Federación de trabajadores de la región española, con los delitos que dicen ha cometido La mano negra y otras asociaciones secretas; faltaríamos a nuestro deber si no

PROTESTÁRAMOS

en contra de las miserables calumnias de los asalariados de levita que con sus falsas delaciones, pretenden que los Tribunales o el Gobierno considere solidarios a 70.000 trabajadores de los delitos que puedan haber cometido algunos criminales comunes, delitos que somos los primeros en censurar, porque es muy probable que sus víctimas sean dignos y honrados proletarios.

Los hombres liberales y honrados comprenderán fácilmente el porqué de las maniobras de los' periódicos conservadores de esa prensa servil que pide la represión y el exterminio de los honrados hijos del trabajo, y que sus hombres apadrinan a los secuestradores de oficio, a los irregularizadores de los fondos públicos y a tanto detentador de frac y corbata blanca que han reunido grandes fortunas amasadas con las lágrimas y la sangre del proletariado y estafando y esquilmando a la pequeña burguesía; pero dichos liberales no comprenden el porqué de ciertos periódicos, que tienen la osadía de llamarse democráticos y republicanos, hacen coro con los partidos de la reacción y enemigos de todas las libertades y derechos. Nosotros y todos los federados sabemos que dichos periódicos mal llamados democráticos y republicanos, nos odian y nos calumnian porque por una triste experiencia hemos comprendido que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, y con el firmísimo propósito de conseguirla, nos hemos organizado como clase, y en organización distinta y opuesta a la de todos los partidos políticos proclamando nuestra política propia de la emancipación del trabajo. Nuestra línea de conducta ha producido gran desconcierto en las filas de los partidos burgueses; los más radicales y sedicentes revolucionarios quedan reducidos a un estado mayor con muchos jefes -que se odian mutuamente- y sin soldados que se sacrifiquen a sus deseos de mando, sinónimos de inmoralidad y lucro.

Ellos ya vieron con disgusto que los trabajadores anárquico-colectivistas catalanes, el 10 de Julio de 1881, convocasen a todos los de España al Congreso regional que se inauguró en Barcelona el 24 de septiembre de dicho año; que 140 delegados reunidos en solemne Congreso resolvieron por inmensa mayoría, constituir laFederación de trabajadores de la región española, aprobasen sus estatutos y un Manifiesto programa.

Que a pesar de que casi toda la prensa barcelonesa apeló a la difamación y a la calumnia, los acuerdos de tan importante Congreso fueron aceptados por muchos miles de trabajadores y que en cumplimiento de lo acordado: en noviembre se celebró en Valencia un Congreso público para constituir la Unión de constructores de calzado; en marzo uno en Reus y otro en Igualada para constituir las Uniones de manufactureros y de las industrias de alimentación; en mayo se celebró en Barcelona el cuarto Congreso de la Unión de constructores de edificios y en Madrid el Congreso de la Unión de obreros en hierro; en agosto se celebró también en Barcelona el Congreso de la Unión de Noógrafos, y antes y a continuación del Congreso regional de 1882, se celebraron en Sevilla los Congresos de las Uniones de sombrereros y trabajadores del campo. Ocho Congresos públicos de Uniones de oficios símiles y diez Congresos comarcales se celebraron desde el Congreso regional de 1881 al regional de 1882; y en todos dichos Congresos se han proclamado de una manera pública y solemne la organización y aspiraciones de los trabajadores anárquico-colectivistas de la región española; organización y aspiraciones proclamadas en miles de asambleas, reuniones y meetings que hemos celebrado.

Los que calumniaron al Congreso de Barcelona con el propósito de que los trabajadores continuasen sirviéndoles de escabel a sus ambiciones, ante la gran manifestación del trabajo llevaba a cabo por nuestra Federación en septiembre próximo pasado en el Teatro Cervantes de Sevilla, hubieron de confesar que los 754 delegados de los trabajadores discutían mejor y más solemnemente que muchos parlamentos de sabios burgueses, y bajaron la cabeza ante los datos estadísticos y acuerdos; y decimos bajaron la cabeza, porque ningún periódico burgués ha rebatido los irrebatibles argumentos aducidos en pro de la organización, línea de conducta y aspiraciones que hemos creído conveniente adoptar, en virtud del derecho escrito en la Constitución del Estado, en cuya confección no hemos, por cierto, intervenido.

Unos y otros comprendieron que una gran parte de la clase trabajadora agrícola e industrial piensa y siente, y al enterarse que en menos de un año se han organizado 10 Comarcas, 218 Federaciones locales, 663 Secciones y 57934 federados, cambiaron de conducta y la verdadera mano negra de la reacción empezó sus trabajos, trabajos indignos y criminales, con el santo propósito de deshonrar y perturbar a la más importante organización de trabajadores que a existido en España.
Mintiendo un revolucionarismo que no sentían y mezclando ideas justas y criminales, forjaron un programa para que alguno de sus instrumentos lo propagasen en el seno de la clase trabajadora a fin de conseguir de una manera hipócrita lo que no habían conseguido atacando de frente. Los perturbadores propósitos de sus instrumentos, pronto han sido conocidos. Denunciados a las Federaciones locales, una protesta unánime se levanta contra todo perturbador y de todo aquel que, con la capa de socialista revolucionario, intente cometer actos indignos de personas honradas.

A medida que la reacción continuaba secretamente sus jesuíticos trabajos, la prensa venal e hipócrita atacaba lo que sus prohombres fomentaban con su oro, con sus consejos o con sus brutalidades. En vista de tan censurable proceder, el 6 de enero, en la página 14 de la Crónica de los trabajadores publicamos la siguiente:

DECLARACIÓN

Cuando en España el Partido Republicano era el más radical, la prensa monárquica, pretendiendo deshonrar a la República, consideraba a muchos criminales como republicanos. Hoy, monárquicos y republicanos, conservadores unos y otros del inicuo orden social presente, se han unido, para que sus escritores asalariados lancen todo género de calumnias en contra de los socialistas, y muchísimos actos hijos de la miseria, que su egoísmo y explotación producen, siempre según dichos asalariados, son socialistas los que los llevan a cabo. Los sucesos de Córdoba, de Jerez y de otras localidades, han demostrado perfectamente que si los trabajadores hambrientos han arrebatado el pan o los comestibles para no morirse de hambre, no lo han verificado porque ningún periódico, comité, consejo o comisión socialista les haya aconsejado tales actos.

Conste, pues, que si los trabajadores anárquico-colectivistas aspiramos a la abolición de los Estados político-jurídicos actualmente existentes y a la transformación de la propiedad individual de la tierra y de los instrumentos de trabajo, en propiedad colectiva lo efectuaremos cuando tengamos medios y poder para verificarlo por medio de la Revolución social; y no queremos, ni podemos, ni debemos hacer propaganda en pro de tan grande y justa transformación, ni por el robo, ni por el secuestro, ni por el asesinato. El que roba, siempre será un ladrón; el que secuestra, un secuestrador y el que asesina un asesino; lo mismo en la sociedad presente que en la del porvenir.

En el seno de la Federación de trabajadores de la región española no caben ni existen ladrones, secuestradores ni asesinos.

Conste así a los poderes públicos y sirva esta declaración de solemne mentís a )la venal e hipócrita prensa burguesa que, con sus falsas delaciones, trata de manchar con su asquerosa baba a los hombres que, por ser proletarios somos honrados, dignos y revolucionarios.

Esta declaración que hace dos meses publicamos, no ha sido rechazada por ninguna de las 270 federaciones locales, ni por ninguna de las 836 Secciones, ni por ninguno de los 70.000 trabajadores que instituyen laFederación de trabajadores de la región española.

Nosotros nos hemos organizado con el mismo derecho que se han organizado todos los partidos políticos. Ellos se organizan para la conquista del poder político, y nosotros para abolir todos los poderes autoritarios.

Somos anarquistas, porque queremos el libre ejercicio de todos los derechos, y como éstos son ilegislables, no es necesario ningún poder para legislarlos y reglamentarlos.

Somos colectivistas, porque queremos que cada productor perciba el producto íntegro de su trabajo y no existan hombres que se mueran de hambre trabajando, y otros que sin trabajar vivan en la holganza y encenegados en la corrupción y en el vicio.

Y somos partidarios del grande y fecundo principio federativo, porque creemos que es indispensable para la práctica de los grandes y justos principios anárquico-colectivistas, la Federación económica; la libre federación universal de las libres asociaciones de trabajadores agrícolas e industriales.

Estas ideas que, en nuestro concepto, son las únicas que pueden regenerar a la humanidad entera, se han propagado en más de cien mil volúmenes, en cerca de dos millones de ejemplares de nuestros periódicos, en veintitrés congresos y en miles de asambleas públicas; y tan correcta ha sido nuestra conducta, que a pesar del odio que la burguesía nos profesa, no ha encontrado pretexto alguno para proferir contra ningún federado, ninguna pena aflictiva por la propaganda de nuestros principios.

Si hoy, en presencia del fecundo desarrollo de nuestra organización, y ante el temor de perder, en tiempo tal vez no muy lejano, irritantes e injustos privilegios, se pretende deshonrarnos para cubrir las apariencias de brutales persecuciones e injustas medidas excepcionales en contra de nuestra gran Federación de trabajadores, es necesario que no ignoren que su trama es demasiado burda y que su inmortal juego está descubierto; y conste una vez más, que nuestra Federación nunca ha sido partidaria del robo, ni del incendio, ni del secuestro, ni del asesinato; sepan también que no hemos sostenido ni sostenemos relaciones con lo que llaman Mano negra, ni con la Mano blanca, ni con ninguna asociación secreta que tenga por objeto la perpetración de delitos comunes.

Nosotros, al rechazar toda solidaridad con los que hayan cometido o puedan cometer hechos criminales, nos hacemos solidarios y aceptamos toda la responsabilidad de nuestros actos en la propaganda del socialismo revolucionario o de las ideas anárquico-colectivistas.

Tenemos el derecho de pedir a la prensa que cese en su indigna campaña y en sus lamentables confusiones, como tenemos el derecho de perseverar en nuestros propósitos justos, legales y revolucionarios mientras que por una ley no se reproduzca la irritante e injusta teoría de los partidarios legales e ilegales.

Firmes en nuestro derecho y convencidos de la bondad de la gran causa que defiende nuestra importante Federación, creemos que ningún federado dejara de cumplir con su deber y que todos propagaremos en pro de las ideas que han de emancipar al proletariado por medio de la más justa y de la más grande de las revoluciones; de la inevitable Revolución social, ineludible en su día por las leyes del Progreso.

A todos los amantes de la Verdad, de la Justicia y de la Moral, deseamos Salud, Anarquía, Federación y Colectivismo.

La Comisión Federal española.


Marzo de 1883.

Se necesitaba un carácter y un temperamento muy especiales para perseverar sin vacilación ni desmayo en el propósito emancipador del proletariado, ante las diversas vicisitudes porque había pasado, unas prósperas, otras adversas, a lo menos en apariencia.

Entre alternativas tan diferentes, era difícil apreciar si se había producido, con la institución de La Internacional, una agitación estéril que, tras un período de movimiento irregular y desacostumbrado, había de volver a la calma letárgica, o si a consecuencia de aquel movimiento se había producido un corto avance, que sirviera de base a sucesivos y constantes movimientos progresivos.

A las reivindicaciones proletarias, que en un principio causaron tanta alarma entre los privilegiados como expansiva alegría entre los desheredados, sucedió la adopción de leyes y medidas represivas, y, si no la antigua tranquilidad estacionaria, sobrevino una desesperante neutralización de los esfuerzos de los beligerantes en la lucha social.

Pero el impulso estaba dado, la calma era ya imposible, y lo que no pudo lograrse como resultado de un conocimiento y de una voluntad de la colectividad, podía esperarse de los azares de la lucha y de la casualidad de la aparición de campeones más o menos inteligentes y enérgicos, capaces de sacudir la pesada apatía popular. Ello es que el antiguo concepto de la paz social, encubridor de un estado de iniquidad insostenible, había totalmente desaparecido; el retroceso era imposible; quedaba, pues, como fatalidad inevitable el progreso, dependiendo lo pausado o acelerado de su marcha, de circunstancias puramente accidentales.

El privilegio estaba amenazado y la amenaza podía ya considerarse como una sentencia de muerte dictada por el proletariado, a causa de haberle considerado reo de todos los crímenes, verdugo de todas las víctimas, causante de todas las penas y que a la postre, confunde en la misma desesperación a los que protege y a los que persigue.

He aquí el valor racional e histórico de la sentencia fulminante contra el privilegio:

I.-Considerando que las minas, cuencas hulleras y ferrocarriles, son grandes instrumentos de trabajo fijos en el suelo, que ocupan una vasta extensión de la tierra, cuyo dominio ha sido dado gratuitamente a la humanidad por la naturaleza; que estos instrumentos de trabajo exigen necesariamente la aplicación de las máquinas y la fuerza colectiva que existen hoy en beneficio exclusivo de los capitalistas deben en lo porvenir aprovechar únicamente al trabajador, y que para conseguirlo es necesario que el trabajo se efectúe por grupos redimidos del salario, el Congreso acuerda:

Las canteras, las minas de toda especie y los ferrocarriles, en una sociedad normal, pasarán a la colectividad social.

II.-Considerando que las necesidades de la producción exigen la introducción de máquinas y la organización de la fuerza colectiva en la agricultura; - que el trabajo agrícola y la propiedad del suelo se hallan en idéntico caso que el trabajo minero y la propiedad del subsuelo-; que la tierra es la materia prima de todos los productos, el manantial primitivo de todas las riquezas, y no es nunca resultado del trabajo de ningún particular-; que la posesión individual de esta materia primera somete a la sociedad entera a la tiranía de los propietarios, el Congreso declara:

La tierra laborable debe ser propiedad colectiva, que será concedida en usufructo a las sociedades agrícolas mediante contratos análogos a los pactados para la concesión de minas y ferrocarriles.

III y IV.- Los bosques, caminos, canales, carreteras y líneas telegráficas, por razón de justicia, de higiene y de economía, serán propiedad colectiva de la sociedad.

(Congreso III de La InternacionalBruselas 1868).

I. Considerando que el derecho de herencia que es un elemento esencial de la propiedad individual, ha contribuido poderosamente a alinear la propiedad territorial y la riqueza social en provecho de unos pocos y en detrimento del mayor número, y que en consecuencia es uno de los mayores obstáculos para la entrada de la tierra en la propiedad colectiva; -que el derecho de herencia, por restringida que sea su acción, impide absolutamente a la sociedad adquirir los medios para su desenvolvimiento moral y material, y constituye un privilegio que redunda en perjuicio constante del derecho social-; que la propiedad colectiva es incompatible con la existencia de tal privilegio, el Congreso reconoce que el derecho de herencia debe ser completa y radicalmente abolido, y que esta abolición es una de las condiciones indispensables a la libertad del trabajo.

Lo que quiere decir que si como entidad organizada el proletariado no había obtenido aún grandes ventajas en concepto de la resistencia, había alcanzado lo más difícil e importante; la determinación de un pensamiento, de un objetivo, que le servía de orientación y de ideal, y era a la vez solución al problema social planteado por la civilización moderna.
He llegado en mi relato a un punto que representó para mi una tregua, un descanso que me proporcionó la injusticia de mis compañeros.

Reposo aquí preparando mis materiales para un tercer volumen que empezará con el manifiesto de Febrero del 86, que expondrá el brillante período de propaganda en que vivió El Productor Acracia, tras el cual sobrevinieron los atentados terroristas y la persecución arbitraria y cruel con que se pretendió anegar en sangre y lágrimas lo que no pudo combatirse con la razón ni siquiera con la justicia legal.

También ahora, como al terminar mi primer volumen, me asalta la duda: no sé si podré terminar mi empeño, porque las circunstancias me son notablemente adversas. Lo que puedo afirmar es que con voluntad decidida de llegar hasta donde pueda y sin soltar la pluma, dejo esta cuartilla y tomo otra, sobre la que, escribo el número 1, y en ella empiezo el tercer volumen de El Proletariado Militante.

Una esperanza me anima, y la consigno para que anime y estimule al lector proletario; terminé mi primer volumen lamentando que no hubiera penetrado en la mente de los trabajadores un pensamiento de Farga Pellicer acerca de su acción emancipadora. Hoy puedo asegurar que la idea predominante de La Internacional es la determinante de la política de todos los gobiernos en todas las naciones, la generalidad para perseguirla, pero ninguno para favorecerla. He aquí lo que dice Loyd George, presidente del ministerio inglés, en reciente documento:

La independencia económica es la esencia de la independencia política. Estamos empeñados en asegurar la independencia económica de los trabajadores de Inglaterra; pero no lo conseguiremos mientras subsista el feudalismo. Tenemos en nuestro país 2.500 terratenientes que son los amos de los dos tercios del territorio; peor aún, puesto que en virtud de esa apropiación poseen y ejercitan pleno gobierno, dominio y poder sobre las vidas de millones de hombres, mujeres y niños.

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