1875 – 1880. La FRE en la clandestinidad borbónica
La clandestinidad de la FRE reforzó el dirigismo de la Alianza sobre ella. En las conferencias comarcales de la FRE de 1875, 1876 y 1877 –ante la imposibilidad de realizar un Congreso ante la política represiva de Cánovas- se reforzó el papel centralizador y dirigista de la Comisión Federal, que en la práctica se transformó en un centro de poder controlado por la Alianza, que reorganizó la organización de arriba a abajo y con gran cantidad de atribuciones. Pese a algunas críticas a este dirigismo (por parte, por ejemplo, de la Federación Local de Sabadell), éste se impuso en la lucha cotidiana debido a la presión de la clandestinidad. En 1874, aún en época republicana, en la circular número 38, el Consejo Federal de la FRE instaba a “las federaciones locales que no puedan reunirse públicamente convertirán la organización pública en secreta” (26) o en 1877, ante los rumores conspirativos pro-republicanos de Ruiz Zorrilla y Salmerón, la Comisión federal emitió varias circulares para crear comités de acción a las órdenes de la Comisión (véase anexo 6), con el objetivo de radicalizar el posible levantamiento republicano, o sobre una “Circular a los trabajadores del campo” emitida por la Comisión federal en 1879 ante una situación de agitación rural generalizada que decía: “...haceís bien en exigir ‘pan o trabajo’. Pero hacéis poco. Tenéis el deber de hacer más. Cuanto encierran los graneros es vuestro. Es el sudor de vuestra frente. Y como es vuestro no debéis pedirlo, debéis tomarlo. Y si se oponen los zánganos de la columna social... las abejas os enseñan lo que debéis de hacer con ellos (...). Por nuestra parte, por si no habéis caído en la cuenta os lo decimos. Ahora ved vosotros qué es mejor: ¿morir lenta, indigna y cobardemente, viendo acabarse de necesidad a vuestros hijos, o morir con la cabeza alta, yendo por lo vuestro y con la satisfacción inmensa de cumplir con su deber?...”(27)
Durante los años de clandestinidad la FRE no renunció a sus planteamientos colectivistas y optó también por la lucha insurreccional, si bien en un principio es posible que forzada por las circunstancias, posteriormente de manera decidida y firme. Sin embargo durante esos años el dirigismo y la jerarquización de la organización se hicieron evidentes. Todo lo que se había criticado sobre los marxistas, en estos años de clandestinidad, muchos aliancistas lo copiaron. Existieron disputas y depuraciones de diferentes miembros de la FRE y de la propia Alianza de la Democracia Socialista. Sin embargo la lucha insurreccional a veces tenía más de teoría que de práctica a excepción de la zona de Andalucía, en donde la situación de miseria hacía el día a día insoportable, con hambrunas periódicas como las de los años 1857, 1868, 1879, 1880 y ya en época de legalización de la FTRE en 1881, 1882 y posteriormente en 1887, sumándose a esta hambre y miseria endémica en la zona la actuación represiva constante de las fuerzas policiales y militares del estado español, fuerzas que no sólo reprimían a los internacionalistas, también a la mayor parte de la población pobre de la zona, principalmente familias jornaleras sin tierra y en muchos casos sin trabajo.
Durante estos años también sería inadecuado afirmar que la situación de violencia en determinadas zonas eran fruto de las ideas anarco-comunistas, tal y como han sostenido numerosos historiadores, puesto que la situación de clandestinidad hacía que la representación de la FRE en los congresos anarquistas europeos se limitasen a miembros dirigentes de la federación (aliancistas o próximos a ellos), colectivistas convencidos que “ocultaron” gran parte del debate sobre esas nuevas ideas, incluso en 1881 se ocultaban las ideas, por parte de la FTRE, del X congreso de la Internacional Negra en Londres, en donde las tesis anarco-comunistas se hicieron mayoritarias y se instaba, por otro lado, a la “propaganda por el hecho” -en aquel momento los sectores dirigentes de la FTRE eran antiguos exaliancistas contrarios al uso de métodos violentos y colectivistas convencidos, aunque esa proposición, favorable a la “Propaganda por el Hecho”, ya la manifestó González Morago en el Congreso de Verviers de 1877 como una realidad en España por parte de la FRE, pero la FTRE seguía otros derroteros...-.
Las disputas internas se acentuaron dentro de la FRE y la Alianza en los últimos años de la clandestinidad, con un núcleo barcelonés de la Alianza que abandonaba los postulados insurgentes en pos de tácticas más legalistas y sindicales frente a los núcleos de la Andalucía Occidental, partidarios de los métodos insurgentes, o como tal y como ellos profesaban: “la acción revolucionaria”. Estas divisiones comportarían la disolución de la FRE y la Alianza entre 1880 y 1881. Fruto de estas disputas internas se produjeron depuraciones de destacados militantes anarquistas, entre ellas la de Anselmo Lorenzo (en los años de clandestinidad fue un habitual de la Comisión Federal) que en su obra “El proletariado militante” comentaba sobre la Alianza: “Hasta entonces (1880) la Alianza de la Democracia Socialista había dado buenos frutos o, por lo menos, no los había dado ostensiblemente malos. Dedicada a impulsar la organización obrera en el sentido de mayor cohesión y en el de dirigirse hacia el ideal (...) habiendo cumplido su propósito (...). Podía discutírsele la conveniencia o inconveniencia de sugestionar las agrupaciones obreras con el fin de realizar ciertos actos no determinados por la propia voluntad (...) y en ese sentido pienso hoy lo contrario(...)¡Cuánto más beneficioso hubiera sido que en vez de arrancar acuerdos por sorpresa se hubiera propuesto la Alianza una obra de educación y de instrucción encaminadas a obtener acuerdos y soluciones como sumas de voluntades consecuentes!(...) la obra desorganizadora de la Alianza fue mucho más rápida que la organizadora. (...) bastó insinuar una calumnia en desprestigio de un individuo o de una entidad y servirse del correo para producir la hostilidad necesaria y conseguir el objeto deseado...”(28).
Es posible que tanto la FRE y en especial la Alianza, en esos años se transformasen en organizaciones prácticamente conspirativas. Lo malo resultaba ser su funcionamiento interno, que abandonaba por completo casi todos los principios anarquistas. Las estructuras de la Alianza, seguramente, deberían de transformarse en más autoritarias, de lo que no hay duda es de la fuerte jerarquización que alcanza la FRE a lo largo de estos años. En lo más alto se situaba la Comisión federal, a la vez compuesta por miembros o afines a la Alianza, la cual trazaba todas las líneas de acción que considerase necesarias. En el siguiente escalafón se situarían los Comités de Acción, los cuales recibirían las órdenes de la Comisión Federal, estos comités estarían controlados por miembros aliancistas y activistas capacitados para la acción, que reclutarían de gente del escalafón más bajo de la organización, que “obedece” los dictámenes emitidos por la jerarquía en cuanto a propaganda y líneas de actuación en conflictos más populares. Es difícil entender que anarquistas tendentes a una descentralización organizativa, tal y como se manifestó claramente en el Congreso de Córdoba de 1872-1873, optasen por un modelo inspirado en sociedades secretas y carbonarias. El principal motivo parece claro, el secretismo y jerarquización de la organización era en cierta manera necesaria ante la situación represiva, y por otro lado se dificultaba la labor de confidentes. Pero seguramente, al incrementarse el control de la Alianza sobre la FRE se lograba mejorar la rapidez de actuación de la FRE, ya que de esta manera los grupos aliancistas no tendrían que “perder tanto tiempo” en las diferentes asambleas y centraban su acción en escoger una Comisión Federal afín a la que controlaban de manera directa. Si las propias votaciones entre los sectores más bajos de la FRE para elegir a la Comisión Federal se tomaban a “cachondeo” era, sin duda, y dejando aparte anécdotas, porque quién más o quién menos sabía perfectamente que la mayor parte de los candidatos eran miembros de la Alianza...
Dentro de la Alianza las divisiones son bastante lógicas. Debemos de pensar que este tipo de actividad clandestina no fue asumida con demasiado entusiasmo entre el proletariado catalán, más preocupado en la lucha por mejorar sus condiciones de vida, preferiblemente mediante la huelga que no mediante otros métodos. En las zonas latifundistas del sur peninsular la miseria era aún mayor que en las zonas urbanas industrializadas, el caciquismo era muy marcado y la propia dispersión hacía difícil las huelgas, por lo tanto la acción directa, las expropiaciones de tierra y la propia táctica violenta eran útiles para los deseos de venganza, justicia y aspiración a una mejora en sus condiciones de vida. En el medio industrial catalán las opiniones eran más moderadas y posibilistas y la represión podía ser más eficaz para las fuerzas represivas que en las zonas andaluzas en donde, por otro lado, la delincuencia común era una opción vital ante el escaso trabajo y pésimas condiciones del mismo. Por lo tanto no es de extrañar que opiniones contrarias a la línea de actuación de la FRE surgieran de la Alianza barcelonesa, provocando un proceso de autodestrucción de la propia FRE y de la Alianza, agravado por el decrecimiento del número de afiliados, especialmente en Catalunya, de la FRE, que solamente en algunas zonas andaluzas se mantenía con cierta importancia.
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