1870 – 1873. La FRE de la AIT, del congreso de Barcelona de 1870 al Congreso de Córdoba de 1872 -1873
Como hemos comentado antes, las secciones de la AIT en el estado español promovieron un Congreso para 1870. En febrero de 1870 la sección madrileña propuesto hacer un Congreso en Madrid, dándolo a conocer a través del periódico internacionalista “La Solidaridad”. Esta propuesta no fue del todo bien acogida por los internacionalistas catalanes y mallorquines por diferentes motivos, principalmente porque en la zona centro de la península escaseaban sociedades obreras y porque los obreros catalanes no podían acudir por no poder hacer frente a los costes que conllevaría ir a Madrid. Puesto que las ganas de realizar el Congreso estaban presentes y que las críticas eran válidas, se decidió convocar el Congreso en Barcelona. Cabe decir que los costes de desplazamiento por parte de los delegados madrileños corrieron a cuenta de los internacionalistas de Barcelona. El Congreso se inauguró el domingo 19 de junio de 1870. Cada delegado representaba 500 votos. En total acudieron 90 delegados en representación de 150 sociedades obreras, unos 40.000 miembros en total.
La apertura del Congreso la realizó Rafael Farga Pellicer, el cual era miembro de la Alianza de la Democracia Socialista, constituida recientemente de manera oficial y que estaba preparada para enfrentarse a las diferentes tendencias presentes en el Congreso de 1870
–cooperativistas, sindicalistas reformistas, republicanos-federales, etc.- desde postulados anarco-colectivistas. En su discurso expresó con sinceridad sus planteamientos expresando, entre otras cosas que “(...) El Estado es el guardián y defensor de los privilegios que la Iglesia bendice y diviniza, y lo único que nos resta a nosotros, pobres víctimas del desorden presente, es, cuando lo tenemos, el salario, forma práctica de nuestra esclavitud... Queremos que cese el imperio del capital, del Estado y de la Iglesia, para construir sobre sus ruinas la anarquía, la libre federación de libres asociaciones de obreros” (8). Las diferentes tendencias no colectivistas, ya tratadas anteriormente en el capítulo de la Alianza de la Democracia Socialista, fueron “derrotadas” en el Congreso. Una de las resoluciones más importantes fue la postura de la Internacional ante la política, declarándose anti-política y anti-estatista, tal y como lo reflejaba el dictamen aprobado: “¿Cabrá decir que podríamos realizar nuestro ideal a la sombra, bajo el asentimiento del Estado? No. (...) ¿Cómo puede ser el Estado el defensor del trabajo cuando precisamente en ley contraria, en su explotación y esclavitud, fía su vida?¿Cuándo en su fondo radica el parasitismo, al cual convergen y del cual nacen los demás parásitos de la Sociedad? (...) El estado es una máquina cuyo continuo movimiento no puede expedir más que el privilegio. (...) toda participación de la clase obrera en la política gubernamental de la clase media –entendida como burguesía: aristocracia, clase media y proletariado- no podrá producir otros resultados que la consolidación del orden de cosas existentes, lo cual paralizaría la acción revolucionaria del proletariado. (...) Esta federación es la verdadera representación del trabajo, y debe verificarse fuera de los gobiernos políticos.(...)”(9). Aunque en el Congreso también existieron dictámenes favorables a la política desde las otras tendencias existentes. El Consejo también se mostró favorable a las cajas de resistencia como mecanismo eficaz de resistencia por parte del proletariado. Sobre el cooperativismo, pese a posturas favorables mostradas especialmente por la tendencia demócrata-cooperativista de Antonio Guisart, José Roca y Galés, Ramón Vieta, Ramón Cartaña, Pedro Freixa y algunos delegados de la industria catalana, se le negó validez revolucionaria, enmarcándolo dentro de la lógica capitalista, sin embargo se veía de forma positiva como ideal en el funcionamiento de la sociedad futura. También se vio que la organización debía de enfocarse en tácticas legalistas como la huelga y la propaganda, siendo esta última la base de la organización, aunque el propio ideal anárquico-colectivista no renegaba del uso de la fuerza en situaciones que lo requiriesen. En el plano estrictamente organizativo se promovían las constituciones de secciones de oficio, federadas entre sí para constituir federaciones locales que a su vez federarían regionalmente, estando todo regido por los estatutos de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores (FRE - AIT). Pese al fuerte peso colectivista de la asociación, cabe destacar que el Consejo Federal de la FRE contaba con fuertes atribuciones, ya que era el responsable, más allá de la coordinación y la correspondencia, de dictaminar en primera instancia si las secciones respetaban o no los estatutos, siendo en la práctica una especie de gobierno. Dentro de lo que cabe el primer anarquismo tenía mucho de demócrata radical pese a su crítica al estado, pecando, de forma comprensible, en cierta incapacidad de organizarse de manera horizontal, tomando como referentes fórmulas democráticas aunque radicalizándolas en diferentes aspectos. Sin embargo, cualquier organización existente en la época, solía ser más autoritaria que las estructuras de inspiración anarco-colectivistas de la FRE. El consejo Federal resultante, con sede en Madrid, lo conformaron elementos destacados de aquella localidad, próximos a la Alianza recientemente fundada también en Madrid, como fue el caso de Tomás González Morago, o el resto que o bien formaron parte de la misma o formarían parte o eran próximos a la misma: Enrique Borrel, Francisco Mora, Anselmo Lorenzo y Ángel Mora. Aunque hemos de tener en cuenta que los planteamientos colectivistas de ellos no eran del todo firmes, tal y como lo demostró la pugna posterior por el control de la FRE entre marxistas y aliancistas. Igualmente, otro aspecto importante del Congreso eran las diferentes descripciones sobre la terrible realidad del movimiento obrero, olvidada o ignorada por muchos historiadores de hoy en día que piensan más en una Historia encaminada al olvido y sustentadora de la paz social, que en una Historia combativa, autocrítica y con contenido social. ClementeBové, de los hilanderos, jornaleros y tejedores mecánicos de Barcelona dijo en el Congreso de 1870 que “los trabajadores de las clases de vapor de Cataluña vivían esclavizados desde las cinco de la mañana hasta horas avanzadas de la noche... En Reus, donde se levantan grandes fábricas, se trabajan muchas horas por un jornal ínfimo; en Valls trabajan las mujeres catorce horas por un jornal mínimo... En Villanueva, Martorell y Sallent las condiciones han mejorado algo en razón de la lucha constante de la asociación obrera” (10) . Igualmente otros testimonios, como el de un delegado de Sants explicaban que “Yo, que he recorrido presidios de esclavos blancos y vivo en ellos, sé lo que son las penalidades. Oprime tener que manifestar que nuestros hermanos están obligados a soportar once, dieciséis y dieciocho horas de trabajo diario” (11). Todos los delegados expresaban una realidad de explotación y penurias cotidianas, sumadas en muchos casos a actitudes sumisas y serviles de gran parte de los trabajadores, que aprovechaban huelgas para seguir trabajando, o el indiferismo de muchos obreros con respecto a la Asociación, tal y como lo expresó Juan Bargalló: “Nuestra explotación viene porque aun la mayoría de la clase no está asociada, y piensa que la salvación está en los burgueses” (12). Mientras la mayor parte de la población pasaba penalidades, había otros sectores, tales como la burguesía, la aristocracia o los terratenientes, amparados siempre por la legalidad, que vivían a costa del expolio y explotación de sus asalariados, los cuales, pese a todo, seguían en muchas zonas creyendo que la solución de sus problemas, de forma más que servil e infantil, la deberían de resolver los poderes vigentes... Para someter a una persona sólo hay dos caminos: el del engaño y el de la fuerza. Para liberarse a veces la propaganda no es suficiente, pecando muchos de los primeros internacionalistas de creer que una Revolución sólo sería posible con la unidad de toda la clase revolucionaria, sin entender que para realizar una revolución, más allá de tener una fuerza numérica suficiente, se necesita de la imposición de la misma, ya que muchos explotadas, por temor o mendicidad ideológica, pueden ser más reaccionarios que los propios explotadores. Sin embargo no deja de ser admirable el idealismo y fraternalismo de estos luchadores pese a los numerosos problemas, persecuciones y disputas internas que padecieron.
Actas del Congreso Obrero de Barcelona. 1870
"Hemos dicho que somos internacionales, que deseamos la abolición de
la propiedad individual; que deseamos que los instrumentos del trabajo
pertenezcan a las sociedades obreras y que deseamos la abolición del derecho
de herencia; no debemos ser de ningún partido político, y si no, a vosotros
todos delegados pregunto: ¿sabéis que algún partido político haya dicho que
aceptaba las ideas de la Internacional? Pues si no aceptan nuestras ideas,
¿con qué derecho pretenden que vayamos a ayudarlos? Y se ellos aceptan la
emancipación social de los trabajadores, ¿por qué no vienen con nosotros,
¿por qué no son internacionales?
Si nosotros declaramos la abolición completa de todos los Estados ¿creéis
que un internacional pueda convertirse en un instrumento autoritario? No,
sino que debe abolir el Estado y si no puede abolirlo, no puede ni debe ir a
las Cortes. Nosotros que anhelamos la destrucción completa de todos los
gobiernos autoritarios y el triunfo de la libre federación de las libres
asociaciones obreras,(... ) debemos procurar por todos los medios posibles
hacer política obrera (....) y estad seguros que una vez nosotros nos hayamos
reunido bajo la bandera del Trabajo no es necesario ocupar puesto en el
municipio, ni en la diputación provincial, ni en la diputación a Cortes,
porque una vez en mayoría, la revolución social vendrá y entonces haremos
política para establecer o realizar la liquidación social".
Actas del Congreso obrero de Barcelona. 1870
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–cooperativistas, sindicalistas reformistas, republicanos-federales, etc.- desde postulados anarco-colectivistas. En su discurso expresó con sinceridad sus planteamientos expresando, entre otras cosas que “(...) El Estado es el guardián y defensor de los privilegios que la Iglesia bendice y diviniza, y lo único que nos resta a nosotros, pobres víctimas del desorden presente, es, cuando lo tenemos, el salario, forma práctica de nuestra esclavitud... Queremos que cese el imperio del capital, del Estado y de la Iglesia, para construir sobre sus ruinas la anarquía, la libre federación de libres asociaciones de obreros” (8). Las diferentes tendencias no colectivistas, ya tratadas anteriormente en el capítulo de la Alianza de la Democracia Socialista, fueron “derrotadas” en el Congreso. Una de las resoluciones más importantes fue la postura de la Internacional ante la política, declarándose anti-política y anti-estatista, tal y como lo reflejaba el dictamen aprobado: “¿Cabrá decir que podríamos realizar nuestro ideal a la sombra, bajo el asentimiento del Estado? No. (...) ¿Cómo puede ser el Estado el defensor del trabajo cuando precisamente en ley contraria, en su explotación y esclavitud, fía su vida?¿Cuándo en su fondo radica el parasitismo, al cual convergen y del cual nacen los demás parásitos de la Sociedad? (...) El estado es una máquina cuyo continuo movimiento no puede expedir más que el privilegio. (...) toda participación de la clase obrera en la política gubernamental de la clase media –entendida como burguesía: aristocracia, clase media y proletariado- no podrá producir otros resultados que la consolidación del orden de cosas existentes, lo cual paralizaría la acción revolucionaria del proletariado. (...) Esta federación es la verdadera representación del trabajo, y debe verificarse fuera de los gobiernos políticos.(...)”(9). Aunque en el Congreso también existieron dictámenes favorables a la política desde las otras tendencias existentes. El Consejo también se mostró favorable a las cajas de resistencia como mecanismo eficaz de resistencia por parte del proletariado. Sobre el cooperativismo, pese a posturas favorables mostradas especialmente por la tendencia demócrata-cooperativista de Antonio Guisart, José Roca y Galés, Ramón Vieta, Ramón Cartaña, Pedro Freixa y algunos delegados de la industria catalana, se le negó validez revolucionaria, enmarcándolo dentro de la lógica capitalista, sin embargo se veía de forma positiva como ideal en el funcionamiento de la sociedad futura. También se vio que la organización debía de enfocarse en tácticas legalistas como la huelga y la propaganda, siendo esta última la base de la organización, aunque el propio ideal anárquico-colectivista no renegaba del uso de la fuerza en situaciones que lo requiriesen. En el plano estrictamente organizativo se promovían las constituciones de secciones de oficio, federadas entre sí para constituir federaciones locales que a su vez federarían regionalmente, estando todo regido por los estatutos de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de los Trabajadores (FRE - AIT). Pese al fuerte peso colectivista de la asociación, cabe destacar que el Consejo Federal de la FRE contaba con fuertes atribuciones, ya que era el responsable, más allá de la coordinación y la correspondencia, de dictaminar en primera instancia si las secciones respetaban o no los estatutos, siendo en la práctica una especie de gobierno. Dentro de lo que cabe el primer anarquismo tenía mucho de demócrata radical pese a su crítica al estado, pecando, de forma comprensible, en cierta incapacidad de organizarse de manera horizontal, tomando como referentes fórmulas democráticas aunque radicalizándolas en diferentes aspectos. Sin embargo, cualquier organización existente en la época, solía ser más autoritaria que las estructuras de inspiración anarco-colectivistas de la FRE. El consejo Federal resultante, con sede en Madrid, lo conformaron elementos destacados de aquella localidad, próximos a la Alianza recientemente fundada también en Madrid, como fue el caso de Tomás González Morago, o el resto que o bien formaron parte de la misma o formarían parte o eran próximos a la misma: Enrique Borrel, Francisco Mora, Anselmo Lorenzo y Ángel Mora. Aunque hemos de tener en cuenta que los planteamientos colectivistas de ellos no eran del todo firmes, tal y como lo demostró la pugna posterior por el control de la FRE entre marxistas y aliancistas. Igualmente, otro aspecto importante del Congreso eran las diferentes descripciones sobre la terrible realidad del movimiento obrero, olvidada o ignorada por muchos historiadores de hoy en día que piensan más en una Historia encaminada al olvido y sustentadora de la paz social, que en una Historia combativa, autocrítica y con contenido social. ClementeBové, de los hilanderos, jornaleros y tejedores mecánicos de Barcelona dijo en el Congreso de 1870 que “los trabajadores de las clases de vapor de Cataluña vivían esclavizados desde las cinco de la mañana hasta horas avanzadas de la noche... En Reus, donde se levantan grandes fábricas, se trabajan muchas horas por un jornal ínfimo; en Valls trabajan las mujeres catorce horas por un jornal mínimo... En Villanueva, Martorell y Sallent las condiciones han mejorado algo en razón de la lucha constante de la asociación obrera” (10) . Igualmente otros testimonios, como el de un delegado de Sants explicaban que “Yo, que he recorrido presidios de esclavos blancos y vivo en ellos, sé lo que son las penalidades. Oprime tener que manifestar que nuestros hermanos están obligados a soportar once, dieciséis y dieciocho horas de trabajo diario” (11). Todos los delegados expresaban una realidad de explotación y penurias cotidianas, sumadas en muchos casos a actitudes sumisas y serviles de gran parte de los trabajadores, que aprovechaban huelgas para seguir trabajando, o el indiferismo de muchos obreros con respecto a la Asociación, tal y como lo expresó Juan Bargalló: “Nuestra explotación viene porque aun la mayoría de la clase no está asociada, y piensa que la salvación está en los burgueses” (12). Mientras la mayor parte de la población pasaba penalidades, había otros sectores, tales como la burguesía, la aristocracia o los terratenientes, amparados siempre por la legalidad, que vivían a costa del expolio y explotación de sus asalariados, los cuales, pese a todo, seguían en muchas zonas creyendo que la solución de sus problemas, de forma más que servil e infantil, la deberían de resolver los poderes vigentes... Para someter a una persona sólo hay dos caminos: el del engaño y el de la fuerza. Para liberarse a veces la propaganda no es suficiente, pecando muchos de los primeros internacionalistas de creer que una Revolución sólo sería posible con la unidad de toda la clase revolucionaria, sin entender que para realizar una revolución, más allá de tener una fuerza numérica suficiente, se necesita de la imposición de la misma, ya que muchos explotadas, por temor o mendicidad ideológica, pueden ser más reaccionarios que los propios explotadores. Sin embargo no deja de ser admirable el idealismo y fraternalismo de estos luchadores pese a los numerosos problemas, persecuciones y disputas internas que padecieron.
Tras el Congreso es de suponer que muchos de los delegados asistentes no continuaron bajo el seno de la AIT, ya que las tendencias que no consiguieron imponer sus criterios en el Congreso debieron de abandonar, siendo la cifra de 40.000 miembros de la AIT algo artificiosa. De hecho, sectores republicanos de la AIT madrileña criticaron, desde “La Igualdad”, las resoluciones aprobadas, aunque con un relativo fracaso, ya que la AIT siguió en una línea colectivista. De hecho tras el congreso continuó el proceso de creación de federaciones locales promovido en el Congreso, de una manera constante, pese a dificultades de todo tipo como la peste de fiebre amarilla que asoló a diferentes localidades como Barcelona o Palma de Mallorca en el otoño de 1870. En diciembre de ese mismo año el Consejo Federal de la FRE contabilizaba a 2932 afiliados, mostrando por un lado que bastantes organizaciones que asistieron al Congreso abandonaron la AIT y que, por otro lado, las dificultades económicas hacían difícil llevar una cotización al día de muchos obreros. Sin embargo en estos primeros tiempos la conflictividad obrera no decayó, con huelgas a finales de noviembre de los panaderos y confiteros de Málaga, en diciembre de los tintoreros de Valencia o la huelga de curtidores de Barcelona que duró más de 6 meses. Pese a que las huelgas no rompían de manera contundente los postulados posibilistas de mejoras salariales, eran un síntoma de la realidad obrera existente.
En el contexto político español la Constitución de 1869 aprobó la monarquía parlamentaria como forma de gobierno, tal y como dejaba entrever los resultados electorales de unos meses atrás. Sin embargo, un nuevo asiento para un nuevo monarca en Europa caldeó aún más el ambiente entre los gobernantes europeos. Sin ir más lejos la guerra franco-prusiana, entre los tiranos Napoléon y Bismark, empezó, a costa de la sangre y muerte de miles de personas... La postura de la FRE-AIT fue de oposición frontal a esta guerra, aunque tampoco la lucha pasó más allá de mítines y propaganda. Sin embargo, este clima de oposición a la guerra no fue unánime en el movimiento obrero europeo, en el ámbito alemán algunos sectores se mostraron favorables a la misma, el propio Marx vio con gran alegría y júbilo - al igual que Engels -, el inicio de la guerra afirmaba que: “Los franceses necesitan unas azotainas. Si los prusianos salen victoriosos, la centralización del Estado será útil a la concentración de la clase obrera alemana. La preponderancia alemana, además, transportará el centro de gravedad del movimiento obrero europeo de Francia a Alemania; y basta comparar solamente el movimiento de ambos países desde 1866 hasta ahora, para ver que la clase obrera alemana es superior a la francesa, tanto desde el punto de vista teórico como en el de la organización. La preponderancia, sobre el teatro del mundo, del proletariado alemán sobre el proletariado francés, sería al mismo tiempo la preponderancia de nuestra teoría sobre la de Proudhon”(13). El 1 de Septiembre de 1870, para mayor regocijo de Marx, se produjo la victoria prusiana sobre Francia, el nuevo gobierno republicano de Thiers empezó a negociar la paz con Bismark, sin embargo no contaron con diferentes levantamientos de ciudades francesas, entre ellas y de forma destacada París, creándose la conocida “Comuna” de París, que impactó e impresionó a muchísima gente de otros estados, viéndola como una forma próxima a la sociedad socialista anhelada por cada vez más gente. Este prestigio no sólo no decayó, aún creció más tras la cooperación de las tropas republicanas de Thiers con las tropas de Bismark en la eliminación de las diferentes comunas que aparecieron. Y el odio y desprestigio se acrecentó tras la brutal represión hacia los defensores de la Comuna. En este clima represivo la AIT francesa y diferentes sociedades obreras fueron clausuradas y prohibidas, acompañados de una campaña anti-AIT, que fue secundada por muchos gobiernos de Europa. Por poner un ejemplo, el ministro francés Ferry utilizó los estatutos de la Alianza Ginebrina para presionar a Suiza para su ilegalización y persecución, por su contenido anti-estatista e incluso anti-clerical.
La AIT, tras la Comuna de París, perdió a sus secciones francesas, pero tras la publicación de “La Guerra Civil en Francia” (30/05/1871) por parte de Marx en nombre de la AIT, provocó malestar en algunos sectores, como lo demuestra la dimisión de dos dirigentes ingleses, independientes de Marx: Benjamin Lucrafty , George Odger. La AIT quedó reducida, con secciones activas y de cierta importancia, a las secciones del Jura (Suiza), las belgas, la Alemana (aunque dividida entre marxistas y lassalianos) y la Española.
En este contexto favorable, Marx vio el momento de su “putsch” en el seno de la Internacional:“Orientó su esfuerzo –dicen Sergent y Harmel- en tres direcciones principales: primeramente en retrasar lo más posible la reunión del quinto congreso y acrecentar de esta manera la autoridad del Consejo General; ampliar acto seguido el área de su influencia y romper la de Bakunin allí donde éste ejercía mayor fuerza, y desprestigiar, en fin, por la malediciencia hábil y la insinuación calumniosa, la persona de Bakunin y sus ideas”(14). El primer objetivo lo consiguió, ya que el Congreso de ese año debía de celebrarse en Francia, pero las circunstancias lo impedían, por eso, él, desde su control del Consejo General de la AIT, logró su aplazamiento, pese a propuestas de diferentes secciones que se comprometían a realizarlo, entre ellas dos propuestas de la regional española para celebrarlo en Barcelona.
Durante los sucesos de La Comuna y posteriormente la actividad en España de la FRE fue constante, pero la represión se acentuó, en forma de clausura de locales, “partidas de la porra” –grupos pagados por el empresariado y clase política para reprimir y sabotear la actividad obrera a base de “porrazos”-, despidos de internacionalistas, etc. En este clima desapareció, el 21 de enero de 1871, la publicación “La Solidaridad”, que había sido un órgano de expresión de los internacionalistas madrileños.
La Solidaridad : El 15 de enero de 1870 sale a Madrid (España) el primer número del semanario La Solidaridad. Órgano de la Asociación de Trabajadores de la sección de Madrid . Fundado por Anselmo Lorenzo, fue la primera publicación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) ya partir del número 29 (30 de julio de 1870) su subtítulo será «Órgano de las secciones de la Federación madrileña de la Asociación Internacional de los Trabajadores »Anarcocol · lectivista bakuninista, insertaba comentarios de actualidad, noticias del exterior, avisos orgánicos y del movimiento obrero, además de un folleto donde se incluían reglamentos, estatutos, congresos, temas de debate, etc. Hay colaboraron en la redacción Vicente López, Hipólito Pauly, Máximo Ambau, Juan Alcázar, Francisco Mora, Tomás González Morago, Simancas, Gomis, Alier, Miñaca, Velo, Martín, Labrador, etc. Se publicaron artículos de Ocaña, Nieva, Bakunin, Proudhon, atacas contra Fernando Garrido, etc. Salieron 49 números, el último el 21 de enero de 1871, donde decía que la Federación madrileña dejaba de editar la publicación por cuestiones económicas y que cogía el relevo los compañeros barceloneses de La Federación .
Sin embargo en otras localidades como Santander o Palma de Mallorca aparecieron nuevas publicaciones. El 28 de mayo de 1871 la Comuna ya estaba aniquilada, y el gobierno de Sagasta procedió a dar instrucciones a los gobernadores civiles para perseguir de manera más firme a los internacionalistas. Ante el incremento de la presión hacia la FRE y la AIT, apoyada por los medios de “información” que, entre miedo y asco, eran contrarios a las ideas de los internacionales, el Consejo Federal de la FRE decidió, en junio de 1871, pasar a la clandestinidad y trasladarse a Portugal, concretamente Lisboa. Salieron hacia allá Anselmo Lorenzo, Tomás González Morago y Francisco Mora, quedando en Madrid, con funciones de tramitar la correspondencia –así se intentaba evitar que las fuerzas represivas del estado afirmasen que la Internacional en España era dirigida desde el extranjero-, Enrique Borrel y Ángel Mora, descargados de toda responsabilidad por su dimisión simulada como parte del Consejo Federal. Ya en Portugal se aprovechó para crear una sección portuguesa de la Alianza de la Democracia Socialista y otra sección de la AIT (se llamaría “Fraternidad Operaria”). El esquema seguido fue similar al que Fanelli años atrás realizó en España.
En este contexto, sectores republicano-federales, con Pi i Maragall a la cabeza intentaron aproximarse a la AIT para ayudarla, invitando a diferentes miembros a participar ante el gobierno para defenderse, igualmente algunos republicanos defendieron la legalidad de la AIT ante las Cortes, pero el Consejo Federal recibió la colaboración con reservas y escepticismo, dando una respuesta negativa a los ofrecimientos de los republicano-federales, tras la actuación de diferentes republicanos en Francia y ciertas manifestaciones republicanas en las Cortes anti-AIT. Pese a la diversidad del republicanismo en España, los miembros de la AIT negaron cualquier colaboración con los sectores más izquierdistas. Actitud lógica y coherente ante el desengaño y distanciamiento cada vez mayor entre el republicanismo y el anarquismo o por el respeto de los acuerdos del Congreso de 1870. En este clima, sin embargo aparecieron publicaciones tales como “La Emancipación” (19 de junio), la cual sería en un futuro el portavoz de los sectores marxistas y favorables a cierta aproximación con los republicano-federales. Aunque en sus inicios era teórica y estrictamente colectivista y anarquista.
En agosto de 1871 el Consejo Federal emitió una carta pública al ministro de Gobernación, protestando ante la represión que sufría la Internacional en el estado español, y amenazaba afirmando que “si la Internacional viene a realizar la Justicia, y la ley se opone, la Internacional está por encima de la ley” (15), por suerte el nuevo gobierno de Ruiz Zorrilla (24 de julio) no se mostró tan represivo como el anterior, viendo esta circunstancia el consejo regresó a Madrid, y ante la dificultad de organizar un nuevo congreso convocó para el mes de Septiembre una conferencia en Valencia. Sin embargo en este breve exilio dentro del congreso se manifestaron divisiones internas, dimisiones, problemas personales y la voluntad ya manifiesta desde Londres de eliminar la tendencia bakuninista de la AIT en España en forma de correspondencia con el Consejo Federal de la FRE o la aparición en Madrid del yerno de Marx con órdenes concretas para tal fin. Aun así hay que destacar que algunos miembros del Consejo General mostraron cierta bajeza moral durante este exilio, tal y como lo demuestra un testimonio de ese viaje (actas del Consejo Federal, posiblemente de Anselmo Lorenzo):“En Toledo, pues, los tres miembros del Consejo Federal prosiguieron su actividad propagandística (...) tuvimos la ocasión de dirigir la palabra a algunos obreros. Estos, sabedores de que íbamos emigrados, hicieron espontáneamente una suscripción que nos entregaron como auxilio (Solidaridad). Durante el viaje de Toledo a Lisboa, el señor Mora se burlaba de aquellos obreros que nos habían socorrido, diciendo que si todos fuesen como los de Toledo, ya podríamos ganarnos la vida echando discursos. (...) Esto, y las burlas y chanzonetas del señor Mora sobre lo mismo, indignaron a Morago y produjeron entre ellos un disgusto (...).” (16). En ese época, Morago ya formaba parte de la Alianza de la Democracia Socialista, al parecer en ese viaje otros miembros del Consejo Federal y militantes de Madrid se sumaron, entre ellos Anselmo Lorenzo. Morago será el principal defensor en Madrid de los postulados anarquistas frente a los marxistas, aunque gran parte del Consejo, incluido Lorenzo, se pasaron al bando marxista o se sintieron en cierta manera atraídos. La actitud de Morago le honra, ya que es de muy poco respeto burlarse de gente que con toda la buena fe se muestran solidarias ante unas palabras y unos ideales anarquistas que fomentaban la harmonía universal, la fraternidad y la Libertad. La triste burla de Mora se quedó en eso, pero seguramente dentro de la propia Internacional de la burla se pasó a liderazgos formales que, como es natural, en el fondo sienten un profundo desprecio por sus seguidores.
En la conferencia de Valencia se escogió un nuevo consejo federal que lo formaban Anselmo Lorenzo, Francisco Mora, Ángel Mora, V. Sanz, I. Calleja, Víctor Pagés, Hipólito Pauly, José Mesa y Pablo Iglesias. La sede escogida fue Madrid. La mayor parte del consejo era a la vez miembro de la Alianza madrileña, sin embargo entre ellos están los primeros marxistas españoles. También se decidió reducir las cotizaciones, algunos cambios leves en la estructura orgánica, destacando la división del territorio español en 5 comarcas: Norte (Galicia, Cuenca Cantábrica y Euskadi), Sur (Murcia, parte de Castilla la Mancha, Andalucía y Canarias), Este (Catalunya, Baleares, País Valencia y Aragón), Oeste (Extremadura, Salamanca, Zamora y León) y Centro (Madrid y resto de provincias no asignadas).
De esta manera se fue a la Conferencia de Londres, donde A. Lorenzo fue el delegado y pudo vivir las luchas entre Marx y los antiautoritarios. A su vuelta informó al Consejo Federal, aunque su postura fue ambigua ante las descalificaciones y acusaciones de Marx sobre Bakunin. Al parecer, Lorenzo por aquella época tuvo simpatías, cuanto menos, por el marxismo.
Bajo el gobierno de Ruiz Zorrilla el proceso reorganizativo de las sociedades obreras continuó, aunque el 5 de octubre fue substituido por el General Malcampo, apoyado por Sagasta, enemigo acérrimo de la AIT. En el Parlamento español se vertieron calumnias y acusaciones contra la AIT, provocando lo increíble para muchos, la alianza entre carlistas, moderados y progresistas contra la Internacional. Demostrando que los diferentes partidos políticos, pese a supuestos enfrentamientos, alguno de los cuales pueden provocar guerras, se unen ante el enemigo común, en este caso unos cuantos miles de obreros que profesaban ideas sobre una sociedad futura más libre e igualitaria pero que en la realidad difícilmente pasaban de la huelga pacífica y el reformismo. Para mayor gloria, la actual democrática Iglesia, se mostró democrática también en aquella época, sumándose a la coalición anti-AIT. Cánovas, reaccionario y hombre de Dios, hoy bendecido por la fundación con su nombre, apadrinada por el PP, nos regalaba algunas “perlas” de su pensamiento: “Las desigualdades proceden de Dios. En la última escala social está el proletariado, al que habrá de contener por dos medios, la caridad o la fuerza” (17). Al menos se le tiene que reconocer a Cánovas del Castillo su sinceridad a la hora de plantear sus ideas, por otro lado, tal y como el paso de los años demostró, él era más partidario de la fuerza que de la caridad... La oposición en Cortes a esta alianza política reivindicó el artículo 17 de la constitución que defendía la libertad de reunión y asociación, así como críticas a los que estaban en el poder por afirmar que la FRE era violenta, cuando ellos mismos habían levantado barricadas y la FRE no, o ante las acusaciones de dirigismos extranjeros de la FRE alegaban que los católicos obedecían al Papa de Roma y no eran considerados infractores de la ley. Esta retórica y discusiones políticas debieron de provocar un mayor anti-politicismo de diferentes sectores de la FRE, pero a la vez, la actitud republicana debió de reavivar las tendencias partidarias del republicanismo-federal o de participar en el circo político. Finalmente el Tribunal Supremo dijo que la FRE era legal, aunque las “partidas de la porra” y la explotación urbana y caciquil siguió presente.
Ya en diciembre, con el nuevo gobierno de Sagasta (23/12/1971), se aceptó que el obrero pudiera discutir su salario según la ley de la oferta y la demanda, pero le impedía asociarse para tal fin, ya que era un“crimen”. Esto supuso la ilegalización de la AIT en España, aunque la FRE se mostró indiferente ante tal situación y decidió continuar con su actividad aunque amenazando con utilizar otros métodos no pacíficos, tal y como lo expresó públicamente el Consejo Federal: “si después de todos nuestros esfuerzos para conseguir nuestra emancipación por los vías pacíficas se nos cierran las puertas de la legalidad sabremos cumplir con nuestro deber”(18).
Hasta ahora hemos observado diferentes situaciones comprometidas para la FRE, pero posiblemente en estos primeros años el principal problema que sufrió la federación fue la disputa entre las tendencias anarco-colectivistas y la marxista. Paul Lafargue llegó al estado español en Agosto de 1871 con el objetivo de crear un partido o estructura marxista en la Península. Lafargue era el “topo” de Marx, casado con una de sus hijas y conocedor del castellano, debido a su origen cubano. Igualmente las maniobras para cambiar la dinámica de la FRE también se vio reforzada con la correspondencia de F. Engels con el Consejo Federal. Engels, desde Londres, era el secretario-corresponsal para España. Ya en Septiembre de 1871 Engels se dirigió a Francisco Mora pidiéndole ayuda para contrarrestar la actividad de las secciones suizas colectivistas. Tras la conferencia de la AIT de ese año el objetivo de atraer a la órbita marxista la FRE se acrecentó. Cabe destacar que Lorenzo, que participó como delegado de la FRE en dicha conferencia, se mostró ambiguo en el momento de explicar lo sucedido en Londres, aspecto que le comportó numerosas críticas desde los ámbitos más anarquistas. Es de entender los objetivos de Marx para la FRE, atraerla al marxismo, cambiar su actitud en referencia a la política, hacerla una organización más centralizada y eliminar la corriente bakuninistamediante el desprestigio de Bakunin y sus planteamientos colectivistas. Para ello la estrategia de Marx, mediante Lafargue y la correspondencia de Engels, consistió en intentar atraerse al Consejo Federal de la FRE y transformarlo en un órgano ejecutivo, tal y como él mismo estaba haciendo en el Consejo General de la AIT en Londres.
Pese a eso, los bakuninistas también aumentaron su presión para que la FRE no dejase la órbita colectivista, como lo demuestra la correspondencia emitida por Jukovsky y el mismo Bakunin a los sectores de la Alianza de Barcelona o la tramitación de las resoluciones del Congreso de la federación del Jura enSonvillier. Igualmente se recibieron las resoluciones anti-marxistas de las secciones belgas.
Las divisiones se produjeron principalmente en la zona madrileña. Francisco Mora, José Mesa, el propio Lafargue o el periódico “La Emancipación” se declararon de una manera más o menos abierta partidarios de las tesis marxistas. El propio Consejo Federal acabó dominado por elementos filo-marxistas y empezó a realizar actividades por su cuenta al margen de los estatutos. Esta situación era vista con ciertas reservas por los sectores de Barcelona, Valencia, Sevilla y otras localidades, en donde la Alianza tenía un fuerte peso en la marcha cotidiana de la FRE. Sin embargo dentro de la propia Alianza madrileña se destacaron rápidamente personalidades favorables al marxismo. Sólo Morago permaneció firme en sus principios colectivistas, ya que el propio Lorenzo se mostró atraído hasta cierto punto por el marxismo.
La práctica marxista dentro de la FRE se manifestó con contactos entre republicanos e internacionalistas, planteamientos favorables al politicismo y al sufragio universal, aumento del poder del Consejo Federal, aunque fuese a costa de contravenir los estatutos de la federación. Por último se intentó aniquilar la influencia de la Alianza, por un lado miembros de ella se pasaron al bando marxista y algunos de ellos hicieron confesiones sobre dicha organización a Lafargue que luego fueron utilizadas por Marx en la táctica difamatoria y de acoso a Bakunin. Por otro lado, ante las amenazas del gobierno contra la FRE el Consejo Federal promovió la creación de “Los defensores de la Internacional”, con unos objetivos muy similares a la Alianza, aunque organizativamente hablando más propensa a la jerarquización interna. Sin duda era una maniobra para minar la influencia anarquista en la FRE. De hecho Fco. Mora y Anselmo Lorenzo en febrero de 1872 realizaron una gira por diferentes localidades para atraerse a los elementos más activos a esta propuesta, aunque ello significase la eliminación de la Alianza.
Ante este panorama, los sectores más anarquistas de la federación madrileña expulsaron de la FRE a diferentes miembros del periódico “La Emancipación” por diferentes artículos publicados y por saltarse los reglamentos de la federación. Ante esta situación los miembros de dicho periódico, alguno de los cuales también formaban parte del Consejo Federal, apelaron al Consejo para que arbitrara ante esta situación, éste decidió “congelar” la resolución de dicha expulsión y tratarla en el próximo Congreso de la FRE. Ante esto, un grupo compuesto por los anarquistas González Morago, Serrano y Oteiza, Francisco Ruiz, Enrique Borrel, con la colaboración del dibujante Pellicer y algunos más, iniciaron la publicación del periódico “El Condenado”(febrero de 1872), con el objetivo de defender los postulados colectivistas y eliminar los confusionismos que habían creado las nuevas dinámicas marxistas. En esas fechas los “piques” entre marxistas desde “La Emancipación” y de anarquistas desde “El Condenado” fueron el pan de cada día.
Con esta fuerte división interna en Madrid se inició el Congreso de Zaragoza de abril de 1872. De los 44 delegados, 16 eran a su vez miembros de la Alianza (públicamente se había disuelto antes del Congreso, aunque siguió existiendo de forma más cerrada), pero 7 de ellos también formaban parte del Consejo Federal, con lo que la Alianza en este Congreso se mostró dividida. El Congreso fue secreto, aunque se hicieron algunas sesiones públicas. La primera sesión abierta la inició González Morago, pero al finalizar su discurso dos agentes represivos resolvieron disolver el acto y el procesamiento de varios de los internacionalistas que formaban parte. Ante esta situación el Congreso finalizó sus sesiones en el Centro Obrero de Zaragoza.
En este Congreso se eligió un nuevo Consejo Federal, en un inicio formado por P. Montoro, Francisco Martínez, Francisco Tomás, Anselmo Lorenzo y Francisco Mora (desestimó el cargo, substituyéndole Severino Albarracín). El resto del consejo debía de decidirlo la federación local de Valencia, la nueva sede del Consejo Federal. Una vez en Valencia: V. Rosell, V. Torres, V. Asensi y C. Martí terminaron de configurarlo.
En el Congreso aproximadamente los delegados representaban a 25.000 afiliados. En cuanto a las resoluciones destacó la resolución aprobada sobre la mujer: “La mujer es un ser libre e inteligente y, como tal, responsable de sus actos, lo mismo que el hombre; pues si esto es así, lo necesario es ponerla en condiciones de libertad para que se desenvuelva según sus facultades(...) creemos que nuestro trabajo acerca de la mujer es hacerla entrar en el movimiento obrero, a fin de que contribuya a la obra común, al triunfo de nuestra causa, a la emancipación del proletariado porque así como ante la explotación no hay diferencias de sexo, tampoco debe de haberla ante la justicia” (19). Cabe destacar que era una proposición muy avanzada para su época, ya que el machismo es y ha sido siempre una lacra para multitud de movimientos sociales de nuestra Historia, y aunque el machismo seguramente persistió entre muchos internacionalistas, esta resolución dejaba vislumbrar que la liberación femenina y del proletariado tenían un origen común: el propio Sistema explotador y la cultura dominante. En cuanto al tema sobre la organización, a tratar en el Congreso de La Haya, la federación aprobó la propuesta belga de diciembre de 1871: (...)la Internacional es y ha sido siempre un grupo de federaciones autónomas; que el Consejo general no es ni ha sido nunca sino un centro de correspondencia, datos y de reseñas... La Federación Belga pide a todas las federaciones regionales que hagan la misma declaración, para confundir a todos los que nos presentan como instrumentos dóciles entre las manos de algunos hombres(...)”(20). En el ámbito organizativo de la propia FRE, pese a algunas propuestas tendentes a la descentralización, se optó por mantener el mismo esquema que en la Conferencia de Valencia. En el ámbito educativo se aprobó el dictamen del profesor Trinidad Soriano (Aliancista de Barcelona) con ideas precursoras de las ideas de enseñanza racionalista que en un futuro crearía Ferrer i Guardia. Sobre el tema de la propiedad se presentaron varias propuestas, entre ellas una de Anselmo Lorenzo y Paul Lafargue, de una línea más o menos colectivista pero algo ambigua en ciertos planteamientos. El Congreso dictaminó que se decidiría en el próximo Congreso este dictamen, el cual se realizaría en Córdoba. Sobre el tema de las divisiones internas el Congreso aplazó el conflicto con proposiciones encaminadas a que todos los relacionados hicieran las paces, instando a los expulsados de “La Emancipación” a retirar los escritos que motivaron su expulsión y que la Federación Madrileña readmitiese a los expulsados. Sin embargo esto sirvió de bien poco, provocando nuevos enfrentamientos que desembocarían en la creación de una “Nueva Federación Madrileña”, legitimada por el Consejo General de Londres, pasándose, de nuevo, por el forro y de manera torera todos los estatutos de la AIT y de la FRE.
El 2 de septiembre de 1872, en la ciudad holandesa de La Haya se celebró el V Congreso de la AIT, en un clima de máxima conflictividad entre el sector marxista y el sector anti-autoritario. Los delegados españoles eran Morago, Alerini, Farga y Marcelau. Todos ellos colectivistas y aliancistas. Por parte de la Nueva Federación Madrileña estaba Lafargue. Destacó la ausencia en ese congreso de los delegados colectivistas de la Federación Italiana, nada dispuestos a ver los cacareos y artimañas de Marx y ya con ideas de crear una nueva internacional bajo parámetros anti-autoritarios.
Los delegados anti-autoritarios presentes en el congreso propusieron cambiar el sistema de votación, ya que el sistema de delegados no les era favorable y pedían cambiarlo en base a los afiliados de cada regional o en base a las federaciones. De este modo se intentaba nivelar la balanza, ya que tanto las secciones, como los afiliados anti-autoritarios eran mayoría, sin embargo se rechazó esta propuesta. Las resoluciones aprobadas fueron del agrado de Marx, se instó a la creación de partidos políticos, se trasladó el Consejo Federal a Nueva York, se decretó la expulsión de la AIT de Bakunin y Guillaume, etc. Todo esto, sin embargo fue el fin de la Internacional, el consejo en Nueva York estaba demasiado lejos de la realidad Europea, centro en aquellos años de la lucha obrera, por otro lado la expulsión de Bakunin, pese a todas las acusaciones vertidas, significó un aumento del prestigio del revolucionario ruso. Hemos de tener en cuenta que Marx quedó retratado como un paranoico y un manipulador que en la vida había estado en una sola barricada, a diferencia de Bakunin, el cual quedó como la víctima de un complot marxista. Seguramente las acusaciones referidas a que Bakunin intentaba controlar la AIT desde una organización paralela (La Alianza) podían tener cierta base real, sin embargo siempre podía quedar la duda o la certeza que los métodos empleados por Marx eran completamente autoritarios, deleznables y obra de un aprendiz de tirano. González Morago, en una de las intervenciones que realizó dejó bien presente la postura de los anti-autoritarios: “(...) Será perder el tiempo acordar poderes al Consejo General habida cuenta de que no dispone de fuerza suficiente para someter a las secciones a la obediencia. La Internacional es una asociación libre nacida de la organización espontánea del proletariado y formando, por su existencia mínima, la más categórica protesta contra la autoridad. Sería absurdo esperar que los partidarios de la autonomía de las colectividades obreras abdicaran de sus sentimientos y de sus ideas para aceptar la tiranía del Consejo General. La Federación Española está por la libertad y no consentirá jamás ver en el Consejo General otra cosa que un Centro de Correspondencia y de Estadística”(21).
Tras el espectáculo bochornoso del congreso de La Haya, en donde se insinuaron múltiples calumnias contra Bakunin y sus ideas, los delegados anti-autoritarios hicieron una primera reunión en Zúrich, luego otra en Saint-Imier, donde se decidió que la AIT pasase a ser llamada “Internacional Anti-autoritaria”. De facto la Internacional había muerto, dividiéndose en la AIT autoritaria y la anti-autoritaria. Aunque el nombre formal de la AIT lo conservó Marx para su cadáver con sede en Nueva York. En Saint-Imier había representantes de Italia, España, jurasianos, franceses y de EE.UU. Se decidió no reconocer los resultados del Congreso de La Haya, las federaciones eran autónomas, uniéndose por lazos de solidaridad entre ellas y anti-parlamentaristas. Los belgas, tras su congreso, también se unieron a la nueva AIT anti-autoritaria. La federación inglesa y la neerlandesa condenaron lo sucedido en La Haya. Marx, en 1873, tras los congresos de las dos AIT’s declaró que su congreso fue “un fiasco”. En 1873 la AIT anti-autoritaria contaba con las secciones de Bélgica, Holanda, Inglaterra (con Eccarius), Bélgica, Suiza, Francia e Italia. Incluso contó con una saludación de los alemanes lasallistas. En el 73 incluso se suprimió de facto el Consejo General, ya que se aprobó que la sede a realizar un Congreso a la vez se encargaría de la correspondencia y de la estadística.
Tras el Congreso de La Haya y de Saint-Imier la disputa entre marxistas y anarquistas continuó viva, de hecho desde la Nueva Federación Madrileña y desde “La Emancipación” se intentó boicotear el Congreso extraordinario de Córdoba de diciembre de 1872, instando a crear un nuevo Consejo Federal que se adhiriera a las resoluciones autoritarias de La Haya, ya que creían que los manufactureros de Catalunya aceptarían esta proposición, pero fue acogida con indiferencia. Así que la Nueva Federación Madrileña aceptó asistir al Congreso preparado.
Si la situación en la FRE era convulsa más aún era la situación para el gobierno español. En diciembre de 1872, antes del Congreso obrero de Córdoba, entre los republicanos existía una fuerte división: los intransigentes por un lado (Contreras, Santa Marta, Estévanez...), partidarios de la insurrección y el advenimiento de un régimen republicano-federal, creando en Madrid un Consejo provisional de la Federación Española, instando a la creación de consejos locales federados para crear la Federación Española. Para tal fin empezaron a aparecer “partidas”, en las que numerosos internacionalistas se sumaron. Y por otro lado los moderados, partidarios de seguir participando electoralmente y contrarios a los postulados insurreccionales. El gobierno también debía de hacer frente a la reacción carlista que le ocasionaba numerosos problemas en diferentes zonas del estado, así como las intrigas pro-alfonsinas cada vez más importantes dentro de las filas militares, tal y como lo demuestra la supresión del cuerpo de artillería por sus simpatías alfonsinas.
En el Congreso de Córdoba de diciembre de 1872 – enero de 1873, la FRE había doblado prácticamente las federaciones locales con respecto al de abril en Zaragoza (ahora existían 101 federaciones locales), y en huelgas reglamentarias se habían gastado 116.000 ptas. (aprox. 696 €). Aunque viendo los delegados nos damos cuenta que el mayor número de afiliados residía en Catalunya, seguido a distancia de Andalucía. Pero aún “más de la mitad de los delegados de la Federación que asistieron al Congreso de Córdoba eran tipógrafos, grabadores, maestros albañiles, zapateros o zapateros; en suma, artesanos cualificados que solían trabajar en pequeños talleres. Sólo uno de cada cinco delegados era operario de fábrica, y menor incluso la proporción en lo que correspondía a campesinos” (22). Este dato nos puede revelar varios aspectos de la realidad de la FRE. Por un lado muestra de manera evidente que la industrialización en el estado español aún era precaria, aunque en zonas como Catalunya ya existía un proletariado. Por otro lado nos muestra que aunque existan obreros operarios de fábrica, lo largo de sus horarios y la poca capacidad de poder ser parte activa de los sindicatos, hacía que estos funcionasen en gran parte en ese periodo por la actividad de artesanos y también de intelectuales, los cuales poco a poco se fueron erigiendo como “líderes” del movimiento obrero. Este suceso, pese al auge de la industrialización, es constante en gran parte de la Historia del movimiento obrero, ya que los cargos en las organizaciones fueron normalmente ocupados por artesanos, intelectuales u obreros de“cuello blanco”, que disponían de mayor tiempo e incluso mayores recursos oratorios para ser de una forma más o menos habitual los cargos y dirigentes de las mismas. Pese a que normalmente su labor fue sincera y en muchos casos loables, hemos de pensar que más de uno aprovechó estas situaciones para erigirse en vividores en busca de cierto reconocimiento social o en aprendices de políticos...
En cuanto a las resoluciones del Congreso de Córdoba se puede apreciar el triunfo de las tesis colectivistas y los esfuerzos para dotar de mayor autonomía y horizontalidad a la organización. Se decidió crear un Boletín interno de correspondencia y estadística encargado de temas de solidaridad obrera (no de principios, ya que para eso servía el Consejo Federal), también se redujo el poder del Consejo Federal para evitar situaciones como las sucedidas en el propio Consejo Federal o en el Consejo General de la AIT. Por otro lado los miembros elegidos podían ser revocables en cualquier momento. Sobre el pago de cotizaciones se dio libertad a las federaciones locales en cuanto al pago al Consejo Federal, se aprobaron las decisiones tomadas en Saint-Imier, dando mayor autonomía a la FRE con respecto a la nueva Internacional. Sobre el tema de la expulsión de la Nueva Federación Madrileña el Congreso se mostró favorable, se aprobó que el siguiente Congreso se celebrara en Valladolid y que la formación de la nueva Comisión del Consejo Federal residiese en Alcoy, formada por S. Albarracín, M. Pino, Fco. Tomás y V. Fombuena. Se decidió dar mayor autonomía a las federaciones locales, dándole más representatividad en los Congresos Regionales e Internacionales. El Congreso finalizó a principios de enero de 1873.
En estos primeros años, de 1868 a 1873 la actuación de los internacionalistas españoles tiene aciertos y fallos. Por un lado se hace patente que las ideas que dominarán en los internacionalistas españoles serán las anarquistas de corte colectivista, y que con el paso de los años, debates y disputas estas fueron adquiriendo bastante consistencia y entidad propia. Las corrientes republicanas, cooperativistas y marxistas fueron derrotadas ante las ideas de raíz bakuninista. Sin embargo para entender el éxito de las ideas colectivistas en España hemos de entender la labor que anteriormente realizaron los republicanos, en especial los federales. Hay muchos puntos en común entre los dos movimientos, de hecho si analizáramos el ideal de sociedad futura colectivista tendría mucho en común con los extremismos federales, sin embargo el colectivismo rompió con el parlamentarismo, a mi juicio de manera acertada, y defendía una socialización en muchos aspectos vitales. La evolución de la revolución del 68 y los consiguientes desengaños por parte de los sectores más populares ante ciertas actitudes republicanas favorecieron el arraigo de las ideas anarquistas. Sin embargo no debemos olvidar que detrás de la marcha de la FRE está la sombra de la Alianza, aunque sus maniobras de control en algunos momentos fuesen comprensibles, ya que las otras corrientes no se“cortaban” en utilizar todos los medios a su alcance para controlar la evolución de la FRE. Posiblemente si la línea anarquista salió dominante fue a causa de la complicidad de gran parte de los afiliados a la federación, aunque presumiblemente, pese a los fuertes esfuerzos en propaganda, la federación se basaba en un crecimiento cuantitativo más que cualitativo, haciendo que gran parte de sus afiliados no tuviesen una fuerte conciencia y se dejasen arrastrar, aunque esta táctica encajaba en el talante pacifista y legalista de la FRE, basado en las huelgas y en la propaganda. Los colectivistas no negaban de la necesidad del uso de la fuerza, de hecho, ante situaciones de represión, lo manifiestan de manera más o menos clara, sin embargo en estos años se creía ciegamente que la fuerza de poco serviría para realizar la Revolución, la cual se aceptaba como algo bastante lejano. También hay que destacar que el tipo de estructuras de la FRE, pese a los diferentes esfuerzos por hacerlas no-jerárquicas y autónomas, en especial en el Congreso de Córdoba, eran fuente de liderazgos y jerarquías internas. Posiblemente el primer anarquismo bakuninista y colectivista, ante la falta de referentes, asumió la democracia directa como la forma de organizarse más cercana a los ideales libertarios, sin embargo la Democracia, aunque sea de forma directa, es una forma más de gobierno, por lo tanto fuente de jerarquías, como lo demostró el Consejo Federal, en especial en el periodo de control por parte de los marxistas. Estos problemas, de una forma más o menos velada se volverán a repetir en los años siguientes, aunque los análisis que se suelen realizar de la FRE desde la óptica libertaria pecan muchas veces de idealismo y de callar los diferentes errores que se produjeron. Sin embargo un lema de los internacionalistas describe de manera bastante clara su visión de la lucha en estos primeros años: “Paz a los hombres, guerra a las instituciones”.
La 1ª Republica, los sucesos de Alcoy y la clandestinidad republicana
En septiembre de 1868 cayó el régimen isabelino y se abrieron nuevas expectativas en el estado español, La coalición unionista-progresista-demócrata encabezó la nueva situación política. Se abrió un proceso de mayores libertades y se inició también un proceso de reformas políticas y económicas. En ese contexto aperturista nacieron los primeros núcleos internacionalistas en el estado. En 1870 se celebró el I Congreso de la FRE de la AIT. También, al mismo tiempo, en el nuevo régimen se crearon juntas municipales (con sus voluntarios armados) que representaban los elementos más izquierdistas de los sectores demócratas y republicanos. Sin embargo estas juntas en este primer momento perdieron algo de fuerza. Ya en las elecciones de 1869, con sufragio universal masculino para mayores de 25 años (24% población), la coalición monárquico-demócrata resultó victoriosa, con 236 escaños, 159 por parte de los progresistas liderados por Prim, Sagasta o Ruiz Zorrilla. Los republicanos obtuvieron 85 escaños, encabezados por José Mª Orense, Estanislao Figueras y E. Castelar. En el mes de junio se aprobó la nueva constitución, quien ratificaba el sufragio universal masculino, otorgaba libertad de prensa y reunión y establecía como la monarquía constitucional como la forma del nuevo régimen político. En diciembre de 1870 Amadeo de Saboya resultó elegido para el nuevo cargo de rey.
Sin embargo el régimen resultante de la revolución de 1868 padeció numerosos problemas. El primero fue la permanente crisis agraria y económica que padecía el Sistema, por otro lado las políticas sociales fueron prácticamente inexistentes, con la consiguiente conflictividad urbana y rural, a la par que este fenómeno favorecía el crecimiento de las organizaciones obreras y también republicanas a las cuales el gobierno monárquico se opuso muchas veces con dureza. Por otro lado de 1872 a 1876 el carlismo supuso una fuente de inestabilidad, ya que en esos años se alzaron en armas, castigando aún más la pésima economía del estado. Por si esto no fuera suficiente, el gobierno tenía una fuerte problemática con sus colonias, especialmente Cuba y Puerto Rico. Pese a intentos de reforma para encajarlas a la nueva situación política, éstas resultaron insuficientes, y, por si no fuera poco, en Cuba se inició una guerra por su independencia. Esta guerra y el clima de inestabilidad hicieron que el gobierno mantuviese el sistema de quintas, sistema de reclutación que eximía de ir a la guerra a quienes pudieran pagar una cuota, haciendo que realmente fueran a las mismas los sectores más desfavorecidos que resultaban elegidos en los sorteos de las quintas.
En 1873, ante la multitud de problemas existentes, Amadeo de Saboya abdicó. Problemas económicos que tenían en bancarrota las arcas del estado, el conflicto colonial, la Guerra Civil contra el carlismo, primeras insurrecciones de los sectores republicanos más intransigentes, fuertes tensiones sociales, especialmente en las zonas rurales latifundistas de Andalucía, la propia descomposición del partido progresista tras la muerte de Prim –moderados encabezados por Sagasta y más a la izquierda los seguidores de Ruiz Zorrilla-, la oposición de gran parte de la aristocracia al “rey extranjero”, aumento de la influencia de los monárquicos alfonsinos, partidarios de la Restauración borbónica, encabezados por Cánovas del Castillo, etc.
La monarquía de Amadeo estuvo marcada por la inestabilidad política, ya que de diciembre de 1870 a febrero de 1872 se celebraron 3 elecciones generales, se nombraron 6 gobiernos y se tuvo que hacer frente a 8 crisis de gobierno. En esta deplorable situación el parlamento votó el 11 de febrero a favor de la República. Sin embargo por aquel entonces los republicanos estaban divididos. Por un lado estaba la tendencia unitarista, favorable a una República centralista y moderada, por otro lado estaba la tendencia federalista, favorable a un estado federal, sin embargo esta tendencia estaba dividida a su vez entre quienes querían realizar el proceso federal desde “arriba” y la tendencia intransigente, quienes abogaban por un proceso inmediato y realizado desde “abajo”. Esta última tendencia fue la principal protagonista de la revuelta cantonal del verano de 1873.
Igualmente, la Iª República siguió padeciendo la guerra carlista y el desgaste cada vez más acentuado por los sectores monárquicos alfonsinos. La guerra de Cuba seguía estando presente y el estado se encontraba sin fondos, produciéndose un importante aumento de la deuda exterior. En los 10 meses escasos de existencia de la República, existieron 4 presidentes. El primero fue E. Figueras, el cual convocó elecciones para Cortes Constituyentes, en las que las tendencias federalistas consiguieron una importante mayoría, aunque la abstención alcanzó un 60%, ante la campaña abstencionista de monárquicos, carlistas y anarquistas. El segundo presidente fue Pi i Maragall, al que le tocó vivir la insurrección cantonalista de federales intransigentes e internacionalistas. El tercer jefe de gobierno fue Salmerón, quien se encargó de la represión a toda disidencia y para eliminar la revuelta cantonal. Para tal función escogió al General Martínez Campo para reprimir la zona este del estado y para la zona sur al General Pavía. Por entonces el régimen republicano adquiría connotaciones fuertemente autoritarias y militaristas. Finalmente con la presidencia de Castelar, republicano centralista y conservador, se intentó apaciguar la situación y conducirla a planteamientos más moderados. Sin embargo, en enero de 1874 dimitió de su cargo presidencial. Y ante el “peligro” de un gobierno formado por federales, el General Pavía, con la ayuda de la Guardia Civil, disolvió el parlamento, poniendo fin en la práctica a la 1ª Republica. Se abrió así el periodo de dictadura militar republicana. El nuevo gobierno resultante fue presidido por el General Serrano, quien en cierta manera inició el camino hacia la Restauración Borbónica, que tenía el apoyo de alfonsinos, la mayor parte de los mandos militares, la burguesía industrial y comercial catalana (Guell i Ferrer, Antonio López y López, Ferrer i Vidal, etc.) con fuertes intereses en las colonias y del caciquismo típico de muchas zonas peninsulares. Este proceso culminó con la proclamación en diciembre de 1874, en Sagunto, por parte del General Martínez Campos, del nuevo rey Alfonso XII, hijo de Isabel.
Tras este breve repaso cronológico, nos situamos de nuevo en febrero de 1873, tras la abdicación de Amadeo y la proclamación de la República. La FRE saludó con cierta simpatía el nuevo régimen republicano, no tanto por estar a favor del mismo, más bien porque era visto como “(...)el último baluarte de la burguesía, la última trinchera de los explotadores del fruto de nuestro trabajo, y un desengaño completo para todos aquellos hermanos nuestros que todo lo han esperado y lo esperan de los gobiernos, no comprendiendo que su emancipación política, religiosa y económica debe de ser obra de los trabajadores mismos.(...)”(23) (ver anexo nº4 para circular nº8 del C. Federal de la FRE). También la nueva situación política era vista como una buena oportunidad de crecer numéricamente, aunque en esos momentos la vía insurreccional no se veía con posibilidades de éxito, ya que por aquel entonces se creía que una Revolución sólo podía ser posible si fuese mundial y con una fuerte conciencia de la clase trabajadora. Tras el Congreso de Córdoba de diciembre de 1872 / enero de 1873 contaba con unos 45.000 afiliados. Paralelamente los sectores republicanos intransigentes empezaron a proclamar juntas y se empezaron a establecer ayuntamientos republicanos. También la conflictividad social era muy alta, registrándose la quema de diferentes registros de propiedad, en zonas rurales, principalmente de Andalucía, se procedió a la repartición de tierras, las huelgas recorrían todo el estado frente a una patronal cerril e intransigente y la represión política y social siguió siendo muy importante.
El 1º de junio de 1873 se proclamó la República Federal y tres días después se eligió como presidente a Pi i Maragall, favorable al federalismo pero dirigido desde las más altas estructuras estatales. El sector federalista intransigente no querían esperar más tiempo para realizar su proyecto federalista y la sublevación carlista se había agudizado tras la ofensiva en diferentes zonas en lucha.
El 7 de julio los trabajadores de Alcoy, ciudad en donde residía el Consejo Federal de la FRE, se movilizaron por una serie de mejoras laborales. El día 8, ante la negativa de la patronal en realizar concesiones, se decidió iniciar una Huelga General. En aquellos momentos el alcalde de la localidad, AgustínAlbors, prometió permanecer neutral en el conflicto. Sin embargo, y haciendo honor a la palabra de un/a político, se posicionó a favor del empresariado y ordenó al Gobernador Civil de la provincia que iniciara la represión contra los huelguistas y emitió el siguiente bando: “En su derecho está el trabajador que desee que se le aumente el salario o jornal. En el suyo se halla igualmente el dueño o el fabricante que no quiere acceder a la petición del obrero, y de él usa también los que satisfechos con un jornal inferior al que otros necesitan, quieren continuar en sus ordinarias tareas. La interrupción violenta de estos derechos por medio de la amenaza o de cualquier otro medio que sea, es un delito y vuestra corporación municipal republicana, tan dispuesta está a hacer respetar a aquéllas, como a no dejar impune éste, mientras no le revoquéis vuestros poderes.”(24). Albors, al parecer, tras entrevistarse con los patronos, decidió, quien sabe si por dinero, o quizás por favores que debía, o sencillamente porque política y mentira siempre van unidas, apoyarles de manera clara, aunque por el camino la palabra que dio a los obreros se perdió por las cloacas de la política. Ante esta situación el día 9 en la Plaza de la República, una reunión obrera escogió una comisión para decirle al alcalde que respetara su compromiso o declinara sus poderes (en clara alusión al bando). En dicha comisión estaban presentes diferentes internacionalistas como Fombuena, Francisco Tomás, Albarracín y José Seguí. El alcalde rechazó las peticiones de la comisión, y al salir ésta del Ayuntamiento, el ilustrísimo y muy honorable Albors ordenó una carga ante la multitud allí concentrada, con el resultado de 4 personas muertas y 20 heridas. Ante este repugnante suceso los ánimos entre las capas populares de Alcoy se incendiaron aún más, entrando el día 10 en el Ayuntamiento, disparando el “pistolero” Albors a la multitud que se le abalanzó. Por suerte una bala anónima y justiciera impactó en el cuerpo de Albors provocándole la muerte. En el mismo tumulto 4 guardias y 2 fabricantes resultaron heridos. Inmediatamente se eligió una Junta y se detuvieron a 42 fabricantes acusados de disparar a la multitud (aunque a los tres días fueron puestos en Libertad). En los incidentes se registraron también 6 casas quemadas ya que desde las mismas se realizaron disparos. El día 12, entraron en la industrializada Alcoy, las tropas de Velarde, junto al Gobernador Civil y una comisión del gobierno madrileño. No existieron incidentes remarcables y al día siguiente se hizo cargo del gobierno municipal una comisión mixta de obreros y patronos, al tiempo que Velarde salió hacia Cartagena ante la sublevación cantonal de dicha localidad.
Pese a que los suceso de Alcoy no se pueden enmarcar estrictamente como un levantamiento cantonal, más bien como un conflicto obrero que se radicalizó por la irresponsabilidad de Albors, la prensa burguesa y parte de la republicana, a la par que una campaña política de dichos sectores, inició una campaña difamatoria y propagandística contra lo sucedido en Alcoy, incluso un ministro declaró en las Cortes que se habían arrojado personas por los balcones, paseado por las calles cabezas de guardias civiles y se habían producido violaciones de niñas inocentes...
El clima social se deterioró a pasos agigantados, en especial entre los sectores obreros. Se puede afirmar que los sucesos de Alcoy cogieron a la FRE un poco desprevenida, al igual que la propia revuelta cantonal. Limitándose el Consejo Federal a un comunicado crítico con todo lo sucedido, culpando al gobierno y a la patronal de todo lo sucedido, mostrándose como meras víctimas de la explotación y miseria política y económica del estado. Ni un intento de generalizar el conflicto, pese a la participación activa en Alcoy y en diferentes cantones, tampoco se llamó a la insurrección, nada de eso se hizo, sólo propaganda. Posiblemente estarían más pendientes del Congreso de la Internacional anti-autoritario en Ginebra de ese mismo año que en realizar un levantamiento revolucionario. Por otro lado la intransigencia y la inoperancia del gobierno republicano decepcionaron profundamente a los sectores republicanos más federalistas que en ese verano proclamaron cantones independientes en diferentes localidades, especialmente del Levante y de Andalucía. El 12 de julio se proclamó el cantón de Cartagena, el 18 de julio, ante el ataque carlista a Igualada, se formó en Barcelona una “Junta de Salvación y Defensa”, el día 19 se produjeron levantamientos cantonales en Loja, Écija, Béjar, Alicante, Sagunto, Orihuela, San Fernando, Sevilla, Valencia, Cádiz, Almansa y Torrevieja. El 20 de julio le tocó el turno a Castellón y Granada, sumándose el 22 las poblaciones de Algeciras, Tarifa, Andújar, Bailén, Salamanca y Jaén. El 23 Málaga se proclamó como cantón. En otras localidades como Sanlúcar de Barrameda o Carmona, se produjeron hechos encabezados por la FRE similares a los de Alcoy.
Ante esta situación, el nuevo presidente Salmerón se encargó de la represión obrera y cantonal, que por otro lado fue desproporcionada y sangrienta, en manos de militares como los Generales Pavía y Martínez Campos. En el mes de agosto se restableció la pena de muerte y Salmerón tuvo problemas de conciencia –cosa que no tuvo al ordenar la represión obrera y cantonal- y dimitió. Su sustituto, el conservador y centralista Castelar ordenó el 20 de septiembre de 1873 la supresión de las garantías constitucionales para hacer frente a la represión iniciada por Salmerón y al levantamiento carlista. La República, con la moderada presidencia de Castelar, tendió hacia una dictadura de tintes militaristas. Se disolvieron Juntas y diputaciones no afines con las políticas del gobierno. También se ilegalizó en la práctica la FRE, aunque ésta utilizó la misma táctica de 1872 de no obedecer las leyes y permanecer en su actividad pública, aunque instaba el Consejo Federal a la organización clandestina si no fuese posible la actividad pública.
En enero de 1874 dimitió Castelar ante la votación negativa en las Cortes de su gestión, produciéndose el golpe de estado del General Pavía y el nombramiento como presidente al General Serrano. Mientras, la FRE se mostró como una organización con la acción demasiado dispersa para poder hacer frente a la represión gubernamental. Existieron huelgas en Gracia, Barcelona y Sants, que acabaron con barricadas en la ciudad de Barcelona, uniéndose diferentes alborotos populares, como los que se produjeron en Sarriá que se saldaron con 30 muertos. El día 10 de enero, el presidente Serrano y el ministro republicano de Gobernación, García Ruiz, emitieron un decreto que prohibía “(...)todas las reuniones y sociedades políticas en las que de palabra o de obra se conspira contra la seguridad pública, contra los altos y sagrados intereses de la patria, contra la integridad del territorio español y contra el poder constituido (...)”(25). En pocas palabras, se ilegalizaba a toda la disidencia al régimen, metiendo en el mismo saco a carlistas, anarquistas, sociedades obreras y republicanos federales intransigentes. Más o menos como en la actualidad hace la clase política, con adjetivos que pueden ir del sencillo “incívico” al horrible “terrorista”. Si algo “funciona” para quécambiarlo... Ante este suceso la FRE emitió su circular nº38 (véase anexo nº5) que volvía a instar en la actividad pública y, en el caso de no ser posible, pasar a la actividad clandestina.
La situación era de tensión máxima, acrecentada por el carlismo, que en junio saquearon e incendiaron la ciudad de Cuenca. La FRE en 1874 debía de celebrar un Congreso en Valladolid, al final se decidió celebrarlo en Madrid del 21 al 27 de junio de 1874. Se aprobó la gestión de los delegados de la FRE que asistieron al Congreso de Ginebra, donde las tesis colectivistas fueron mayoritarias. Resoluciones de este congreso destacadas fue el incremento de la autonomía dentro de la FRE, incluso se daba plena autonomía individual. Se decidió también la supresión de los Congresos anuales por comarcales, con la asistencia en los mismos de un miembro de la Comisión Federal para saber las resoluciones de los mismos y tramitarlas al resto de la federación. Se instó a reducir las huelgas a menos que se tuviesen fuerzas para lograr éxitos. También se aprobaron las represalias a los enemigos de la AIT, se decidió mantener la misma Comisión Federal y ahondar en la actividad clandestina, también se eligieron los representantes de la FRE en el Congreso Internacional de Bruselas, en donde se favoreció a una mayor autonomía a todas las secciones.
El 3 de septiembre se nombró el gobierno Sagasta, aunque la FRE ya se mostraba bastante debilitada, pese a las resoluciones del Congreso de Madrid favorables a la clandestinidad. Hemos de tener en cuenta que la FRE era una organización de síntesis, es decir, su línea de actuación dependía de los resultados de los Congresos periódicos. Pese a ser anuales, en muchas situaciones vemos que la FRE estaba varios pasos por detrás de los propios acontecimientos. Este problema es común a todas las organizaciones de síntesis, incapaces muchas veces de poder estar bien adaptadas ante los sucesos inesperados. Los sucesos de Alcoy y la propia conflictividad social existente fueron focos que pudieran haber encendido la llama de la revuelta, sin embargo, pese a los llamamientos a la clandestinidad y a la utilización de las represalias, posiblemente éstas hubiesen sido más útiles unos cuantos meses antes. La FRE llegó tarde, sencillamente porque la realidad y los hechos no entienden de Congresos periódicos. También influyó en el fracaso de la FRE en la época republicana y monárquica su propio planteamiento de la Revolución. Al dejarla tan lejana en el tiempo, en el marco de un proceso de crecimiento cuantitativo, no se veía de manera clara la situación existente como revolucionaria. Al parecer, según informes de la FRE, durante el suceso de Alcoy contaban con más de 300.000 afiliados, cifra posiblemente exagerada, pero seguramente superior a los 60.000 afiliados que Francisco Mora (disidente marxista) afirmaba que contaba la FRE por entonces. La situación del gobierno central estaba al borde de la bancarrota, la propia sublevación carlista y las divisiones dentro de las facciones políticas, podrían haber hecho posible una Revolución colectivista. Sin embargo se optó por comunicados que tenían más de victimismo que de ataque al poder establecido. Cuando decidieron optar por la clandestinidad ya era demasiado tarde, la represión se había cebado con toda disidencia y el estado, pese a seguir siendo débil, estaba en una situación militarizada...
El gobierno de Sagasta abrió las puertas a la Restauración Borbónica, acto que se consumó tras el golpe militar de diciembre de 1874 del General Martínez Campos y el Brigadier Luis Dabán, con el ministerio-regencia de Cánovas del Castillo. El 14 de enero de 1875 Alfonso XII entró en Madrid y Cánovas fue nombrado jefe de gobierno.
En cierta manera este nuevo régimen era heredero del de 1868, aunque de los sectores más moderados que participaron en él. El sufragio pasó de ser universal masculino a censitario, se restituyeron bienes a la Iglesia, se abolió el derecho de libertad de expresión y manifestación y se forzó a la ilegalización o marginación de los sectores republicanos y las sociedades obreras. La FRE fue ilegalizada.
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